#Opinión Hogares desintegrados o disfuncionales
Por: José Carlos Hernández Aguilar
Por años hemos estudiado el problema de los hogares desintegrados o disfuncionales, no sólo dentro de las aulas, conferencias o en textos doctrinarios, sino además con verdaderas investigaciones científicas de campo, por lo que de entrada podemos definir a los primeros, como aquellos a los que les falta una figura de autoridad o ambas. En cuanto a los segundos -los disfuncionales-, se entiende como a los que no les falta ninguna de esas figuras de autoridad, pero una o las dos imágenes, no cumplen su rol u objetivo como tales.
Bajo ese prima conceptual, el problema de estos núcleos de familia es verdaderamente latente y considerado, de momento, como un inapagable foco rojo de atención emergente, toda vez, que en el estado de Chihuahua, el 75% de los hogares son disfuncionales y/o desintegrados. Por lo que con esos terribles datos, podemos ver que el problema no es poca cosa. Además baste recordar que las causas de la delincuencia o de la violencia son multifactoriales, sin embargo, la mayoría de los expertos en la materia, señalan que el umbral principal de esta ola delincuencial se encuentra dentro del seno familiar.
Por eso nuestra insistencia en diversos foros y espacios en los que nos han permitido expresarnos sobre estos tan lamentables temas. La solución no está en los gobiernos, ni en sus ‘transformaciones’ a las que demagógicamente siempre se comprometen. ¡La medida radical está en los propios hogares! En la conciencia y trabajo individual y luego en la responsabilidad social, de un urgente cambio de cultura y paradigmas, porque si logramos comprender que ciertamente ¡no somos ‘culpables’ de los males sociales, pero si somos ‘responsables’ de ellos!, entonces iniciará una nueva era de educación, respeto y consideración social.
No olvidemos que estaremos profunda e insensiblemente muertos de alma y del espíritu, cuando en una sociedad, el crimen, el irrespeto y la falta de valores, se conviertan en un emblema; en una cotidianidad; en una horrenda cultura para presumir a los demás y en parte de nuestra piel, ¡así que cada quien decide su grado de ‘mortandad’!
¡Amigas y amigos, empecemos ya! Recordemos siempre, que ¡la tolerancia y el respeto a la dignidad humana, son los más grandes cimientos en los que se sostiene el éxito y la felicidad de una sociedad; culturalmente civilizada y en progreso absoluto! ¡En nosotros está el cambio! ¡En cada persona y en cada núcleo familiar puede iniciar, si queremos, una nueva cultura del perdón y del amor, consecuentemente, de una perfecta y armoniosa convivencia social!
Miremos a continuación, un ejemplo de transformación radical que a corto plazo, tendrá gran impacto en nosotros y en nuestros hijos:
Entre otras cosas, la educación y la ‘CONSIDERACIÓN SOCIAL’, se manifiestan en detalles muy sencillos y que nada nos cuestan, como abrirle paso ‘de inmediato’ a una ambulancia; conducir de lado derecho de la avenida si manejamos lento; encender las direccionales si vamos a virar; ceder el paso a los peatones.
Por muy poquita que sea, no tirar basura en la calle ni en la casa de junto; dejar el maldito celular a la hora de comida y cuando convivimos con los demás. ¡Y algo muy importante!, ‘SIEMPRE’ saludar; pedir las cosas ‘por favor’ y obviamente, no olvidar dar las ‘gracias’.
¡Cambiemos ya!
¡Hagamos que las buenas cosas sucedan!
¡Y así empezaremos a transformar nuestra realidad!
¡RESPETO A LA DIGNIDAD HUMANA; PAZ Y ORDEN SOCIAL!