#Opinión: Síndrome de Estocolmo: ¿mito o realidad?
Por: José Carlos Hernández Aguilar
(Maestro Especialista en Investigación Criminal y Delincuencia Organizada).
Analizando al delito de secuestro de una manera integral, la mayoría de los estudiosos coinciden en un fenómeno psicológico que puede darse en la consumación de aquel: el llamado SÍNDROME DE ESTOCOLMO, al cual lo hemos definido como un trastorno psicológico que -como respuesta instintiva de supervivencia-, se presenta de manera temporal en una persona que ha sido secuestrada, donde en una parte del proceso de privación de su libertad, muestra hacia sus captores actitudes afectivas, comprensivas, empáticas; de cierta complicidad o hasta de justificación del hecho delictivo, y las cuales pueden prolongarse hasta después de su liberación.
Debemos subrayar que esta sintomatología no es característica en todos los casos, sin embargo puede presentarse en algunas situaciones que por razón de las circunstancias materiales, temporales y manejo de las emociones en el iter de esta aberrante conducta delictiva, sean tierra fértil para su desarrollo. Hay investigadores que refieren que éste síndrome se puede mostrar hasta en las relaciones de pareja, aunque por nuestra parte creemos que esta última situación patológica reviste otro tipo de factores desencadenantes y detonantes muy diferentes.
El nombre del síndrome se remonta hasta agosto de 1973, cuando el delincuente Jan Erik Olsson intentó robar un banco en la ciudad de Estocolmo, Suecia. Al verse cercado, violentamente tomó de rehenes a cuatro empleados de la institución; tres mujeres y un hombre. En cierto momento, los cuatro fueron obligados a ponerse de pie y amenazados con sogas alrededor de sus cuellos, terminaron por proteger al delincuente para evitar que fueran atacados por la policía. Durante el cautiverio que duró seis días, una de las prisioneras refirió que no le asustaban los delincuentes: “¡me asusta más la policía!”. Otra de las cautivas declaró: “¡confío plenamente en Olsson! ¡Es más, viajaría con él por todo el mundo!”. Un año después, el psiquiatra Nils Bejerot acuñó el término para referirse a la reacción de las víctimas de un cautiverio.
En las especialidades impartidas durante algunos años sobre este delicado tema, hemos descubierto (si se nos permite referirlo) varias importantes etapas en el transcurso de este conflicto emocional en un secuestro:
- 1ª Desconcierto ante el acto sorpresivo.
- 2ª Enojo y miedo al hecho privativo de la libertad.
- 3ª Terror de perder la propia vida y enseguida, a los seres más queridos.
- 4ª Ablandamiento de los roles volitivos y de autoridad.
- 5ª Empatía kinestésica con el sujeto activo, la cual trae como consecuencia alternativa: planificación inconsciente por emprender la huida o la franca aceptación de la voluntad del sujeto activo, sobre la propia.
Por otra parte y en cuanto a su numeralia, la asociación civil “Alto al Secuestro” ha informado que en los últimos 6 años se han contabilizado más de 10´000 secuestros en México, traducidos en por lo menos 6 delitos diarios (40 por semana aproximadamente). Además de ser éste un dato oficial -porque obviamente faltaría la cifra negra entre los otros secuestros no registrados y las desapariciones forzosas-, se convierte consecuentemente en una cifra muy gravosa y desde luego, en un lamentable dato muy lejos de la tan anhelada paz y estabilidad social que requiere el país, toda vez que para éste año éste delito aumentó un 36.5% en relación con el 2018. Lo que se traduce, que los resultados en su prevención, combate y sanción penal son verdaderamente ‘catastróficos’, para una agraviada sociedad que únicamente exige justicia plena para sus víctimas y ofendidos de tan demoniaca y pervertida conducta antisocial.
Indudablemente que ¡una sociedad tan permisible; tan carente de amor y de valores sociales, es tan pobre y tan sucia, como una infestada y pestilente cloaca, en la que sólo hay repugnancia, cochinero y muerte!
¡RESPETO A LA DIGNIDAD HUMANA;
PAZ Y ORDEN SOCIAL!