Viernes, 22 de noviembre del 2024

#Opinión: ALTA DIRECCIÓN POLICIAL VS. UN CRIMEN MUY ORGANIZADO

Por José Carlos Hdez. Aguilar Especialista en Investigación Criminal y Delincuencia Organizada.

Los Cárteles como se piensa, no son grupos incuantificables de gente delincuente, sino pequeñas organizaciones de unos 15 o 20 integrantes cada uno. El resto, son simplemente empleados directos o indirectos de ese reducido núcleo familiar o de más confianza cercana al capo; ya sea como brazo armado o bien, como productores o distribuidores de la droga y otros delitos conexos.

Son estructuras empresariales -obviamente criminales-, pero perfectamente bien definidas, estratégicamente planificadas; con un respetable organigrama direccional; unos envidiables códigos de honor y de respeto absoluto a su dirección operativa y una inmejorable distribución de roles debidamente infranqueable. Contrario a lo que se cree, en el sentido de que hay cientos de Cárteles en México, debemos apuntar que de manera oficial sólo se reconoce a 37 de ellos como tal, pero que son suficientes para tener a un país completamente arrodillado. Teóricamente definimos al Cártel, como “un grupo de delincuencia organizada que opera en dos o más países y cuya actividad principal -no la única-, es el narcotráfico”. Por lo que en base a esta contextualización, los demás grupos de trasiego de droga local, son células de la propia organización o bien escindidas de la misma.

En contraparte, tenemos en México a corporaciones policiales -las que de acuerdo al último dato oficial del INEGI, suman más de 331´000 miembros- totalmente desorganizadas y fraccionadas; con las alas completamente cortadas por las leyes, por los protocolos y reglamentos sobre-protectores de una delincuencia que no cede, así como por un sistema de impartición justicia infestado y endiabladamente corrupto; un liderazgo organizacional con un impresionante ego desbordado; sueldos y prestaciones raquíticas. Instituciones policiales sin un claro poder combativo y en el mejor de los casos con intervenciones persuasivas, sólo portando armas para usarlas como gafetes de presentación en un enfrentamiento contra los grupos criminales, porque los reglamentos en el modelo del uso de la fuerza ‘casi’ les ordena que por ningún motivo deben ser usadas contra ellos y ahora, acentuándose con éste gobierno que prefiere abrazos a los narcotraficantes y balazos al resto de los ciudadanos y empeorando la cosa, resulta ser que actualmente ya no existe la estrategia de detener y casi ni investigar a lo que antes se conocían como “Objetivos Prioritarios del Gobierno de la República”. El 31 de enero de este año, el presidente López Obrador afirmó que su gobierno no se centraría en detener a capos de la delincuencia organizada: “No se va a encargar específicamente de decapitar a los grupos delictivos y cárteles”, sino que se centrará (la estrategia) en el mantenimiento general de la seguridad pública.

“No se han detenido a capos porque no es esa nuestra función principal, sino garantizar la seguridad pública. Ya no es la estrategia de los operativos para detener a capos, lo que buscamos es que haya seguridad, que podamos disminuir el número de homicidios”.

Todo ese coctel de yerros legislativos, judiciales, políticos, estratégicos, reglamentarios y, no omito referir con notorio sarcasmo, con unos deprimentes liderazgos ‘organizadamente desorganizados’, ha disparado históricamente los niveles criminales en México, convirtiéndonos en el país de la burla sigilosa; la pena ajena y el pésame teatralizado del resto de la comunidad internacional.

Por lo que con ese coraje de objetividad analítica y en analogía al sistema de clasificación médica “Triage”, estamos completamente seguros de que se vuelve una EMERGENCIA EN FASE ROJA, el verdadero replanteamiento perfectamente bien cimentado, pero sobre todo debidamente armonizado entre todas las estructuras policiales, incluyendo a la Guardia Nacional en su gestión de sistemas, apoyado en un correcto liderazgo de alta dirección; sin esa soberbia desbocada que sólo les ha traído fracaso y tristeza institucional y más, con tanta muerte a nuestros policías. ¡Ya no debemos permitir con aquellos siniestros errores -porque así ha sido-, más ejecuciones de esos servidores públicos!, aunque de sobra es sabido que ¡En el servicio policial la vida se puede arriesgar, pero nunca se debe derrochar!

Es apremiante pues, una nueva planeación estratégica no sólo operativa sino organizacional, analizando resiliente y concienzudamente sus fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas, reestableciendo además, la filosofía institucional de cada corporación encargada del orden y la paz social, para hacer frente y fracturar desde los más altos niveles a ese mundo delincuencial, que como monstruo de ciencia ficción crece cada minuto que transcurre, haciendo estragos imborrables en cada rincón del país.

¡Claro que se puede¡ ¡No todo está perdido! ¡Se puede, si existe esa voluntad individual luego la institucional de los encargados del quehacer político, para soterrar a lo más profundo de los avernos, el vertiginoso avance despiadado de la criminalidad mexicana y así, nuestra amada nación, estaría a mediano plazo otra vez de pie; fuerte como un roble y valientemente erguida ante la historia! Como corolario final, no olvidemos que ¡Cada sociedad en plena conciencia democrática, transfiere su poderío soberano a los gobernantes que desea para ella!

¡VAMOS MÉXICO, YA DESPIERTA!

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