#Opinión Pimienta para una sopa de Wuhan
Por: Rafael García-Sánchez, Doctor en Educación y forma parte del Instituto de Pedagogía Crítica.
La iniciativa de ofrecer el presente texto surge a raíz de una invitación de Manu, un querido amigo argentino, a leer, recién salido del horno, “Sopa de Wuhan. Pensamiento Contemporáneo en Tiempos de Pandemias” de la editorial ASPO (Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio), que fue publicado el pasado mes de marzo de 2020. El documento es una antología que reúne las ideas de 15 pensadores y pensadoras contemporáneas de Chile, Uruguay, Bolivia, Eslovenia, Corea del Sur, EEUU, España, Italia y Francia. Como bien señala el editorialista Pablo Amadeo, se trata de un “volumen de lo que ya es público y está al alcance de un click”, sin embargo, debo agradecer la iniciativa de ASPO por el esfuerzo realizado en el proceso de compilación, con el afán de compartir de manera libre una producción provocadora.
Pimienta para una Sopa de Wuhan es el intento por aderezar un tanto la discusión y el debate entre algunos de los pensadores a partir de mis propias reflexiones. El objetivo central es bosquejar una articulación de las ideas en torno a las implicaciones de la pandemia por el Covid19 para la vigencia del capitalismo. Es una especie de vaivén entre lo posible y lo deseable, entre la esperanza y el miedo; es como si fuera posible pensar simultáneamente entre un sí y un no. Bajo esta advertencia, vale la pena tomar como base en lo que Alain Badiou plantea en el artículo Sobre la situación epidémica, cuando dice que “una epidemia es compleja porque siempre es un punto de articulación entre determinaciones naturales y determinaciones sociales”, así que en las siguientes líneas no se hallará un análisis epidemiológico y tampoco una exegesis de las implicaciones de la pandemia en todas las esferas de la sociedad global, sino un ejercicio por compartir algunas inquietudes a propósito de lo cuantioso que se ha dicho sobre el mal que azota a buena parte del mundo, sobre todo en las redes sociales a las que el propio Badiou señala que en muchos casos “muestran una vez más que ellas son (además del hecho de que engordan a los multimillonarios del momento) un lugar de propagación de la parálisis mental fanfarrona, de los rumores fuera de control, del descubrimiento de las “novedades” antediluvianas, cuando no es mucho más que simple oscurantismo fascista”.
Giorgio Agamben en La invención de una epidemia, sugiere que los gobiernos interpelados por la pandemia pretenden instalar en sus sociedades tres estados, el primero es de carácter político, se trata del estado de excepción; el segundo es de orden psíquico, esto es, un estado de miedo, que combinado con el primero, eventualmente se concretaría en un tercer estado, el del pánico colectivo; en sus propias palabras dice: “ hay una tendencia creciente a utilizar al estado de excepción como paradigma normal de gobierno aludiendo por razones de salud y seguridad pública”, más aun, sigue diciendo: “el estado de miedo que evidentemente se ha extendido en los últimos años en las conciencias de los individuos y que se traduce en una necesidad real de estados de pánico colectivo… parecería que, habiendo agotado el terrorismo como causa de las medidas excepcionales, la invención de una epidemia puede ofrecer el pretexto ideal para extenderlas más allá de todos los límites”. Éstas son algunas de las reflexiones de Agamben; pareciera que tenemos aquí a un filósofo negacionista. No pretendo juzgar su posición porque sería ocioso, en su lugar me interesa destacar desde un nivel de percepción más que a un nivel probatorio, que Agamben tiene razón en que hay una relación entre miedo y aislamiento, después de todo, ¿por qué no creer en las explicaciones que ofrece Naomi Klein al develar las prácticas de tortura empleadas por la Central de Inteligencia Americana (CIA), descritas en el manual Kubark? esas en donde al prisionero se le aísla y luego se le infringe algún tipo de dolor acompañado de amenazas, con lo cual, se obtienen los efectos deseados tales como: un prisionero con miedo, por lo tanto dócil, dispuesto y maleable.
Por supuesto que no estoy en calidad de probar semejante teoría del Shock, sólo intento meditar acerca de la posibilidad de un Shock social. Al respecto, Naomi Klein sostiene que sí es posible un Shock social, y para sustentarlo, toma como punto de partida las propias palabras de Milton Firiedman, quien asegura que “solo una crisis, real o percibida, da lugar a un cambio”. Como dirían los clásicos, sean peras o sean manzanas, la sospecha es legítima, por ello, estoy de acuerdo con Agamben con respecto a la lógica de los estados sociales que trae aparejados la pandemia, sin embargo, habría que tener reservas para no sobre dimensionar la sospecha sobre el control social, en el cual, supuestamente, algunos gobiernos pretenden dominar el mundo. En este punto y específicamente para el caso de la pandemia a causa del Covid19, me parece prudente la crítica que le hace Jean-Luc Nancy a su amigo Agamben: “No hay que equivocarse: se pone en duda toda una civilización, no hay duda de ello. Hay una especie de excepción viral-biológica, informática, cultural- que nos pandemiza. Los gobiernos no son más que tristes ejecutores de la misma y desquitarse con ellos es más una maniobra de distracción que una reflexión política”.
En suma, como dice Santiago López Petit en El coronavirus como declaración de guerra, “el miedo consigue lo que no consigue nadie más… la naturalización actual de la muerte (y del miedo)[2] cancela el pensamiento crítico”. Sólo el tiempo nos dirá si la lógica del miedo terminó por imponerse y se decantó en una sociedad domesticada. En este momento, no estoy en posición de pronosticarlo. Lo único que me queda es considerar las contradicciones a las que sin duda está sujeta la lógica del miedo, y no me refiero a las posturas negacionistas, ni tampoco al escepticismo ingenuo, sino a la necesidad inherente de al menos un sector de la sociedad por conocer la verdad, esto es, a la pertinencia de desmontar la parafernalia detrás de los hechos. Para tal caso, es necesario contar con mayores elementos y sobre todo dimensionar el momento histórico, para no ser presa de una especie de inmediatismo y de un pensamiento simplista, que reduzca la complejidad de la realidad a una teoría de la conspiración o en el peor de los casos, a una pésima lectura de aquello que llaman Apocalipsis.
A pesar de que la mayoría de los autores recopilados en el texto Sopa de Wuhan dejan ver su lado esperanzador, quiero destacar a Slavoj Zizek en El coronavirus es un golpe mortal al capitalismo a lo Kill Bill, quien no se va por las ramas y señala que el Covid19 “ha desencadenado grandes epidemias de virus ideológicos que estaban latentes en nuestras sociedades: noticias falsas, teorías de conspiración paranoicas, explosiones de racismo” y otras más. Frente al escenario pandémico Zizek lanza un discurso esperanzador: “quizás otro virus ideológico y mucho más beneficioso, se propagará y con suerte nos infectará: el virus de pensar en una sociedad alternativa, una sociedad más allá del estado-nación, una sociedad que se actualiza a sí misma en las formas de solidaridad y cooperación global”. ¿Por qué no estar de acuerdo en esta posibilidad? ¿Qué perdemos con aspirar a un contagio de esta naturaleza? No he podido evitar preguntar en negativo, es algo que me producen los textos de Zizek. Pero más allá de mi lapsus de nimiedad, me parece que hasta el momento, las palabras de Zizek suenan prudentes y provocadoras, incluso necesarias; sin embargo, ¿en qué sociedad alternativa está pensando el filósofo Esloveno? No podría ser otra que la de una comunismo Zizekiano, esto es, en sus propias palabras: “…el coronavirus también nos obligará a reinventar el comunismo basado en la confianza en las personas y en la ciencia… ¿Todo esto no indica claramente la necesidad urgente de una reorganización de la economía global que ya no está a merced de los mecanismos del mercado?” En todo caso, para Zizek “la epidemia del coronavirus es una especie de ataque…contra el sistema capitalista global, una señal de que no podemos seguir el camino hasta ahora, que un cambio radical es necesario”. Ante tal muestra de esperanza, pensaría que el filósofo utiliza una estratagema para vender a uno de los elementos centrales de la sobrevivencia en tiempos del miedo, es decir, la esperanza. No estoy seguro de ello. Así como tampoco estoy seguro del alcance que Zizek le da al golpe de la “Técnica del corazón explosivo de la palma de cinco puntos” del Covid19 contra capitalismo. En este sentido, me inclino más por una posición como la de Hovart, citado por Franco “Bifo” Bernardi en Crónica de la Psicodeflación, cuando dice “pronto nacerá una forma más peligrosa de capitalismo, que contará con un mayor control y una mayor purificación de las poblaciones”. ¿Qué evidencias tengo de ello? Ninguna. Con lo que cuento es apenas con un esbozo sobre el comportamiento de algunos aspectos que configuran a eso que denomino “mundo”. Por ejemplo, la crisis económica provocada por el Covid19 no ha minado la lógica de la explotación. El modelo sigue intacto. La lucha de clases continúa en la misma tónica. El dinero FIAT sigue circulando libremente bajo el mismo esquema de una estafa Ponzi. Las disputas por el petróleo, el agua y otros recursos naturales no sólo permanecen sino también se han exacerbado. La concentración de la riqueza se mantiene en la misma tendencia, al igual que su nefasta distribución. Me parece que no habría que confundir un proceso de reorganización geopolítica en la coyuntura de una pandemia, con un cambio de sistema. Ahora bien, es apenas obvio señalar que el capitalismo de hoy en día se encuentra agrietado, en permanente estado de crisis, pero, como se ha demostrado, el capitalismo ha tenido la virtud de adaptarse con suma facilidad a las turbulencias, es en el argot popular, un todo-terreno. Por supuesto que no intento asumir una postura de experto en geopolítica, economía y finanzas, sin embargo, no puedo evitar hacer uso legítimo de la información disponible y de mi propio juicio. Para este caso, me parece prudente traer a la mesa a David Harvey en Política anticapitalista en tiempos de COVID19, quien plantea un análisis de los efectos del coronavirus en la economía mundial desde una perspectiva crítica, en donde sostiene que “El modelo existente de acumulación de capital ya estaba…en dificultades. Se estaban sucediendo movimientos de protesta en casi todas partes (de Santiago a Beirut), muchos de los cuales se centraban en el hecho de que el modelo económico dominante no estaba funcionando bien para la mayoría de la población”. Son precisamente las grietas del capitalismo las que animan a pensar en forma esperanzadora. El momento en donde nos encontramos ante la pandemia permite romper el velo, desnudar al sistema y tantear sus puntos vulnerables, tal como lo plantea Harvey cuando apunta que “la forma en espiral de infinita acumulación de capital está desmoronándose hacia dentro de una parte del mundo a cualquier otra y que[3] la única cosa que puede salvarlo es un consumismo masivo financiado e inducido por los gobiernos conjurado de la nada”. Es precisamente esto último lo que pongo en la mesa, el consumismo como estrategia de salvación del capitalismo. Tengo la impresión de que el aislamiento social provocado por la pandemia y su concomitante descenso en los niveles de consumo de ciertos productos y servicios, sólo es una tregua, una contención, una represión que una vez levantada la bandera blanca, servirá para robustecer nuevamente la dinámica del capital.
Ahora bien, dejemos de lado mis opiniones de flâneur y vayamos a lo que Byung-Chul Han plantea en La emergencia viral y el mundo de mañana, quien a mi juicio contradice el discurso esperanzador Zizekiano cuando dice: “Zizek afirma que el virus asesta un golpe mortal al capitalismo, y evoca un oscuro comunismo. Se equivoca Zizek al afirmar que el virus ha asestado al capitalismo un golpe mortal… Cree incluso que el virus podría hacer caer el régimen chino, Zizek se equivoca. Nada de eso sucederá. China podrá vender ahora su Estado policial digital como un modelo de éxito contra la pandemia”. Justo aquí, en esas últimas 16 palabras, quisiera hacer un breve paréntesis. Byung-Chul Han parece bastante osado al hacer tal afirmación, pero no está del todo descabellada. El análisis que hace sobre el modelo de vigilancia en China supera cualquier mediana lectura de Foucualt y más aún, de la literatura de ciencia ficción de mediados del siglo XX. Para este filósofo Asiático “es soberano quien dispone de datos”. Es el control de la Big Data lo que está en juego en el siglo XXI para el control social. Sin caer en reduccionismos que soslayen el sistema de gobierno del gigante asiático, China es el ejemplo de ello. Como bien dice Chul Han “toda la infraestructura para la vigilancia digital ha resultado ser ahora sumamente eficaz para contener la epidemia. Cuando alguien sale de la estación de Pekín es captado automáticamente por una cámara que mide su temperatura corporal. Si la temperatura es preocupante todas las personas que iban sentadas en el mismo vagón reciben una notificación en sus teléfonos móviles. No en vano el sistema sabe quién iba sentado y dónde en el tren…Una situación que para los europeos sería distópica, pero a la que, por lo visto, no se ofrece resistencia en China”. Coincido con Byung-Chul Han en que en el fondo y para el caso de China, lo que estaría en la mesa de discusión es la posibilidad de exportar a occidente “una biopolítica digital que acompaña a una psicopolítica digital que controla activamente a las personas”. No sé si sea posible en el mediano plazo, para ello, occidente debería atravesar por un Shock o una serie de Shocks para instalar el Estado policial al estilo chino; así como lo plantea Byung-Chul Han “Como ya ha dicho Naomi Klein, la conmoción es un momento propicio que permite establecer un nuevo sistema de gobierno… si llegara a suceder eso, como teme Giorgio Agamben, el estado de excepción pasaría a ser la situación normal. Entonces el virus habría logrado lo que ni siquiera el terrorismo islámico consiguió del todo”.
Como no dirían los clásicos, la esperanza se explica por el terror, es decir, en considerar que existe la posibilidad de escapar de él. En cierto sentido, el debate se encuentra en la tensión que existe entre el miedo y la esperanza, entre la parálisis de la población global y la insurgencia social.
En el discurso de Byung-Chul Han encontramos elementos que le abonan a la superación del debate en una tónica esperanzadora, si bien, no a la manera de Zizek, pero sí al modo Freireano cuando pondera el papel de la subjetividad en el intento por transformar radicalmente el mundo, por ello lanza una invitación a otras subjetividades a que “confiemos en que tras el virus venga una revolución humana. Somos nosotros, personas dotadas de razón, quienes tenemos que repensar y restringir radicalmente el capitalismo destructivo, y también nuestra limitada y destructiva movilidad, para salvarnos a nosotros, para salvar el clima y nuestro bello planeta”.
Pues, sí y no.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
AGAMBEN, Giorgio, et al (2020), Sopa de Wuhan, edit. ASPO (Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio), 188pp.
FOUCAULT, Michel, (1999), Vigilar y Castigar. Nacimiento de la prisión, México, edti. Siglo XXI, vigésimo novena edición, 314pp.
FREIRE, Paulo (1987), Pedagogía del oprimido, México, edit. Siglo XXI, trigésima sexta edición, 245pp.
FROMM, Erick (1983), El miedo a la libertad, México, edit. Paidós, 287pp.
KLEIN, Naomi (2014), La doctrina del Shock. El auge del capitalismo del desastre, México, edit. Ediciones culturales Paidós, Booket, 702pp.
ZIZEK, Slavoj (2010), Viviendo en el final de los tiempos, España, edit. Akal, reimpresión 2015, 492pp.
[2] Las letras en negrita son mías.
[3] Las letras en negrita son mías.