#Opinión: Las Mariselas en el país de los feminicidas
Por: José Oswaldo Ramírez Mendoza, Lic. en Ciencias de la Comunicación, docente.
No cabe duda que las herramientas de comunicación en estos días han ayudado de múltiples formas a la sociedad para estar más informada, estar en contacto con cercanos o lejanos y, por supuesto, traer a cuenta hechos pasados que duermen el sueño de los justos.
Esto es precisamente lo que hizo Netflix de manera magistral con el caso de la señora Marisela Escobedo, uno de los casos más sonados, más duros y con repercusión internacional que han existido en el estado y en el país.
Hablar del caso de Marisela Escobedo es pronunciar dos palabras que claramente pueden identificar todo el sistema de justicia penal en México: injusticia e impunidad.
En aquel ya lejano y sangriento 2010 todo el país quedaba atónito al hacerse pública la lectura de sentencia que hacía la ex jueza Catalina Ochoa, en dónde por unanimidad de votos, dejaba absuelto de todos los cargos a Sergio Rafael Barraza Bocanegra, incluso cuando el mismo, momentos antes de la lectura, le pedía perdón a Marisela Escobedo por el crimen y mencionaba que no contaba con palabras por el hecho.
Un hecho inaudito.
Sin embargo, como se mencionó, la plataforma de streaming regresa el caso a la luz pública, volviendo a enardecer el enojo y el clamor social de cientos de miles de mexicanos que están cansados de vivir ya décadas con la problemática del feminicidio sin que los gobiernos en turno hagan algo que funcione realmente para erradicar estos hechos violentos.
El presidente Andrés Manuel López Obrador se autoproclama como el gobierno que más ha ayudado a las mujeres, sin embargo, en su gobierno no ha parado de aumentar el número de mujeres muertas en el país.
Cuando ponemos las cifras en la mesa, año con año parece un aumento lento pero constante. No obstante, contrastando el año 2015 con el 2020, los feminicidios han incrementado un 137 por ciento, una cifra que nos tiene en niveles récord de violencia y que no se vislumbra un fin a la muerte de cientos de mujeres año con año, sin que los gobiernos se inmuten ante el cementerio que tienen enfrente.
Lamentablemente, el sueño de Marisela, ver qué el caso de Rubí fuera el último, ha quedado en eso, un sueño.
O más que un sueño, una terrible pesadilla de la cual ni el Nuevo Amanecer ha podido hacernos despertar.
A la mente vienen los nombres de Rubí, Marisela, Fátima, Ingrid, Ximena, Cecilia, Jessica y podemos seguir con una lista interminable de nombres de mujeres que les han sido arrebatadas sus vidas.
Seamos claros, el gobierno no actúa hasta que ya pasó la tragedia. Es la cultura del “castigo”, en vez de fomentar e instituir la cultura de la prevención. Y se entrecomilla el “castigo” porque sabemos que en México se hace justicia selectiva: solamente las personas que importan son las que reciben el beneficio de ver a los culpables tras las rejas.
Marisela y Rubí serán recordadas, una por el artero crimen e inconcebible injusticia y la otra por luchar en contra de gobierno y crimen organizado y morir en la raya antes de dejar que su hija fuera un dato más en la estadística.
El sueño de Marisela Escobedo, que es el sueño compartido de todos los chihuahuenses y el resto de mexicanos, hasta el día de hoy queda, por la ineptitud de los gobernantes pasados y presentes, como el célebre monólogo literario:
Toda la vida es sueño y los sueños, sueños son.