#Opinión: ¡Una niñez cada vez más atroz!
Por: Mtro. José Carlos Hdez. Aguilar. Especialista en Investigación Criminal y Delincuencia
A finales de enero pasado, México se estremeció con la terrible noticia de que una veintena de niños y niñas de las comunidades sierreñas de Alcozacán y Chilapa en el estado de Guerrero, se encontraban recibiendo capacitación en operaciones tácticas y uso de armas de fuego para las “urgentes” tareas de autodefensa de sus poblados: ¡menores cuyas edades oscilan entre los 6 y 15 años! Algunos de ellos habrían quedado recientemente huérfanos, ya que días antes, sus padres fueron asesinados e incinerados en una emboscada por un grupo criminal.
En México hay macabra numeralia de una triste infancia involucrada en delitos graves, como aquellos cinco niños y niñas que en mayo de 2015 y con un alto nivel de monstruosidad privaron de la vida a su amigo Christopher R. Márquez, en la ciudad de Chihuahua. Como olvidarnos del famoso menor Edgar J. alias “El Ponchis”, que inició su vida delincuencial a los 11 años, llegando a convertirse en sicario de los “Zetas” hasta que fue detenido en el 2013. O el horripilante caso de Ana Carolina L. que con tan sólo 17 años y en complicidad de su novio y otro amigo, decidieron terminar desastrosamente con la vida de sus padres adoptivos en la misma capital. Quien no recuerda el reciente caso del niño de 11 años que, en Torreón, Coah., decidió poner fin a la vida de su maestra y la de él mismo, dejando además seis heridos en la escuela donde cursaba sus estudios de primaria. Y así podríamos seguir enumerando una serie de hechos muy lamentables donde intervienen desalmadamente y con un increíble nivel de destrucción, menores de edad.
Hemos dado cuenta de que cada día más niños y niñas se incorporan a las filas de la delincuencia común y no se diga a las del crimen organizado que, de acuerdo a testimonios de los propios capos del narcotráfico, pueden sumar hasta un 40% los que pertenecen a sus Cárteles. Oficialmente, en los últimos cinco años han sido detenidos más de 28’000 niños, niñas y adolescentes, de las cuales alrededor de 3´300 son mujeres. La propia Comisión Interamericana de Derechos Humanos, publicó en su informe 2015 que en México 30´000 personas de éste grupo etario, cooperan activamente con grupos criminales y la Red por los Derechos de la Infancia en México refirió que al 2018, 470´000 ya habían pasado a engrosar las filas de la delincuencia organizada en esta nación, lo que hablamos de un sorprendente incremento del 153%.
¡Esta es una espeluznante realidad nacional!, la cual no puede esconderse ni mucho menos esquivarse tratando de simular que no existe, o que es un tema sólo magnificado pesimistamente por quienes, sin sesgos políticos, nos dedicamos a su investigación verdadera.
Mucho hemos disertado sobre los múltiples factores etiológicos que conducen a estos menores a ser cada día más cruentos en sus conductas antisociales y que desde luego no podemos generalizar jamás. Pero ahora el planteamiento es ¿cómo vamos a frenar esta ola delictiva cada vez más sanguinaria en nuestra niñez mexicana? Podemos dar una interminable e irrealizable lista de soluciones ‘mágicas’, ¡pero no! La verdadera respuesta está dentro de cada hogar; en cada padre y madre que de verdad decida reconstruir su principal núcleo de amor que es su propia familia, no solapando ni propiciando en lo más mínimo conductas violentas, adicciones o hasta hechos delictivos en sus hijos e hijas. ¡La disciplina completamente relajada en el hogar, siempre produce heridas incurables, daños irreversibles, familias sin Dios, hijos controladores, imparables monstruos delincuenciales y lo peor, sin miedo a nada! ¡Debemos amar en el respeto, para disciplinar a tiempo en el amor! ¿O no?
Obviamente existen otros factores detonantes de violencia o delincuencia como el desempleo; la falta de servicios sociales y de salud; las redes sociales; las drogas; los vacíos de poder y la corrupción, etc. Pero no podemos esperar a que estos elementos externos terminen, para luego iniciar nosotros con la responsabilidad trascendental de formación que tenemos los padres y madres: ¡tenemos que empezar ya con lo que tenemos!
¡No nos engañemos pues! ¡no le corresponde al gobierno la responsabilidad o la felicidad de cada hogar! Somos cada uno de nosotros los que tenemos que exterminar desde nuestro sitio, a esos tres monstruos sociales que nos tienen arrodillados: la delincuencia, la corrupción integral y la impunidad que empiezan en casa. Existen datos desgarradores que arrojan, que el 50% de los hogares en Chihuahua sufren de niñas, niños y adolescentes tiranos; que el 95% de ellos, usan palabras soeces e improperios con alta descarga de violencia para dirigirse a los demás y que 4 de cada 10 hijos, controla económicamente a sus padres. ¡Definitivamente algo estamos haciendo mal como padres de familia y como sociedad en conjunto!
Podrán estar de acuerdo conmigo o no, pero lo que sí puedo asegurar es que ¡El hijo que violenta verbal o físicamente a sus padres, es un muy mal hijo! ¡Pero aquellos que lo permiten, son peor, porque sin duda no sirven como padres! ¡Prefiero vulnerar los ‘derechos humanos’ de los míos con una buena corrección o varias, a que estos en el futuro transgredan o violenten sin piedad a sus mayores! ¡O más aún, que se conviertan en unos odiados parásitos o temible cáncer social, que no merezcan más que la cárcel!
Siempre será oportuno recordarnos y al mismo tiempo inculcarles a nuestros hijos e hijas, que ¡matar no es vivir, porque quien lo hace estará muriendo sin piedad y por justicia, dos veces más!