Viernes, 22 de noviembre del 2024

#Opinión: Perdón

Por: José Carlos Hernández Aguilar

En ésta entrega, hablaremos brevemente de un tema toral en la solución integral de una serie de conflictos personales, profesionales, y obviamente sociales: el perdón.

Por mucho tiempo hemos disertado sobre la simbiosis que debe representar la solución de muchos de los males individuales y sociales, a través de éste maravilloso acto humano. Es del dominio público que familias enteras se odian tanto, al grado tal de matarse entre ellos; algunas veces por cosas insignificantes, pero todo por no haber comprendido a tiempo la magnificencia y la dimensión de esta palabra transformadora del perdón. De hecho debo apuntar que finalmente ¡en el sitio donde se ha consumado un abominable crimen, lo que los investigadores en verdad recogen, son los indicios del amor obcecado; del odio a la vida; de la soberbia; de la avaricia y hasta del miedo de aquellos que sin piedad lo cometieron!

En algún Congreso Internacional de Criminología al que honrosamente fui invitado, tuvimos la oportunidad de definir al perdón como “La acción unilateral, voluntaria, consciente y decidida de una persona, para cerrar definitivamente ciclos de duelo que la mantienen encadenada a un resentimiento, a un rencor o una ira en contra de sí misma, de otra persona o de Dios y que le impide la plenitud en su vida”.

Como podemos observar en ese concepto, esta acción debe darse de manera sobria, consciente, libre, definitiva y de manera permanente y esto lo podemos lograr a través de un decreto personal. El decreto es “Una resolución o determinación mental temporal o permanente, que toma una persona, para algún acto que puede ser positivo o negativo y que de realizarse con absoluta convicción, produce efectos psicológicos, espirituales o hasta físicos para el resto de su vida”.

Como parte de nuestra experiencia al frente de penales estatales y federales, quisiera mencionar en justicia moral, que aproximadamente el 95% de las personas privadas de su libertad, están ahí porque nunca conocieron o entendieron la magia del perdón en sus vidas. Por años hemos entrevistado en esos sitios a sicarios, narcotraficantes, homicidas seriales, secuestradores, violadores y hasta objetivos prioritarios del gobierno de la República y sin duda alguna, la causa principal de su triste vida, es la carencia de amor; de perdón y de paz en ella.

Que nos quede muy claro a todos que ¡el odio es el peor carcelero de nuestra libertad!, ¡El abandono es la más grande tristeza del ser humano! y, ¡La mediocridad es la más desolada tumba de nuestra plenitud! Levantémonos en completa libertad y desde lo más profundo de nuestro ser, perdonemos y pidamos perdón, para vivir esa plenitud de vida.

Recordemos siempre, que ¡La venganza no es dulce, ni santa ni buena! ¡Es mejor dejar al tiempo y a la justicia universal, que hagan su magistral y puntual obra!

Finalmente y con agrado les comparto, una pequeña pero gran reflexión:

¡La culpa es el peor fantasma de nuestro caminar!

¡Jamás deja a nuestra alma respirar!

¡Le prohíbe a nuestro espíritu estar en paz!

¡Y no permite a nuestro cuerpo, vivir en libertad!

¡Los problemas son cotidianidades de la existencia: la culpa y el perdón, una decisión de nuestra conciencia!

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