Sábado, 23 de noviembre del 2024

#Opinión Post-cuarentena en tiempos de inseguridad pública

Por: Mtro. José Carlos Hdez. Aguilar, Especialista en Investigación Criminal y Delincuencia Organizada

Indiscutiblemente, la llegada del inesperado Coronavirus está transformando toda la economía mundial, incluyendo por supuesto los mercados criminales. Sin embargo, debemos precisar que en materia de delincuencia común u organizada; ya sea nacional o transnacional nada está escrito: ¡Éste perverso contexto es tan versátil como la maldad misma! De ahí tenemos que el efecto pandémico, también se encuentre trastocando severa y abruptamente los proyectos de esas organizaciones.

El estudio de la criminalidad nos ha enseñado a no presagiar de forma instintiva, sino prospectar objetivamente en base a incidencias, patrones de comportamiento, estadísticas, investigaciones de campo, exploraciones documentales. En fin, todo un complejo método científico y técnico para vislumbrar de manera correcta las causas, efectos y soluciones al problema antisocial. Con ello, se puede inferir que el grave problema de salud pública ya está presentando cambios torales no sólo en materia económica, sino de Seguridad Pública y hasta de Seguridad Nacional. No se trata de fatalizar mediáticamente las consecuencias del SARS-coV-2, sino brindar respuestas lógicas y ciertas para un mejor proveer. Por lo que desde nuestra torre de observación podemos asegurar que:

  1. La trepidación que produjo esta enfermedad colectiva, se ha vuelto por desgracia en una inmejorable oportunidad, para que cada grupo criminal afiance mucho más sus vínculos entre sí, toda vez que dicho fenómeno es un ciclo donde las diversas emociones y el desconcierto predominan a ‘flor de piel’. Aunque pareciera contradictorio, por la naturaleza etiológica de sus conductas antisociales, la mayoría de las personas delincuentes son altamente sensoriales o sensitivas y más, en grupos tan herméticos donde debe predominar la lealtad, aun a costa de la propia vida.
  2. El mes de mayo cerró con 2´423 víctimas de homicidios dolosos en el país (algo así como 80 ejecutadas diarias)[1]. Pero otros índices delictivos fueron temporalmente a la baja, como los robos a casa habitación, robos con violencia, secuestros, etc. y no precisamente por la efectividad en las políticas públicas en ese tan desgastado rubro, sino como consecuencia de un confinamiento decretado y ya una vez liberado paulatinamente, dará entonces inicio a lo que llamamos: Efecto Inmunidad al Veneno.

      El cual es una consecuencia lógica, de las malas y desarmonizadas políticas públicas en materia de prevención y combate a la delincuencia, donde lejos de exterminarse se fortalece, haciéndose completamente resistente ante esas estrategias de gobierno.

Analógicamente hablando, de no colocarse en tiempo y forma adecuada un químico altamente efectivo, para combatir las plagas domésticas o rastreras que nos causan tanta repulsión, estas al final se hacen inmunes a ese veneno u a otro, que posteriormente a tientas pretenda exterminarlas. Haciéndose presente el adagio del filósofo alemán Friedrich Nietzsche: “Todo lo que no me mata, me fortalece”.

  • Una vez apagada la semaforización roja y naranja decretada en México, como consecuencia lógica de la falta de liquidez financiera en millones de hogares, es previsible un marcado incremento en los delitos patrimoniales, como el robo en sus distintas modalidades; fraudes comunes y electrónicos, operaciones con recursos de procedencia ilícita, etc. Otros como el secuestro en la gama de sus particularidades penales, las operaciones con recursos de procedencia ilícita, trata de personas, en materia fiscal, etc., también formarán parte de escalada.
  • Las gestiones del crimen organizado tendrán un significativo aumento exponencial, ya que en esta época de aislamiento, se encuentran cerrados la mayoría de los puentes de distribución, comercialización; flujo y blanqueo de capital de los mercados ilícitos, para restablecerlos de inmediato a través de los ambiciosos cotos de poder en las esferas gubernamentales, de los homicidios de alto impacto; de las extorsiones y quema de negocios por el ‘derecho de piso’; de la impunidad derivada de leyes absurdas; de la justicia equívoca y finalmente, por medio de los tristes vacíos de poder. 
  • Los negocios turbios de la delincuencia, funcionan eficazmente a través del capitalismo, pero en éste prolongado periodo de ahorro extremo y pobreza ciudadana, esas transacciones necesitan desplegar estrategias de adaptación a la nueva ‘normalidad’ o bien, con alternativas vanguardistas para la rápida colocación de su materia prima: la droga.
  • El Estado tiene la obligación constitucional de garantizar la soberanía, la paz y el orden social en el país. Sin embargo -y dicho sea de paso-, recordemos que somos vecinos de la principal potencia mundial, la cual ha empezado a repartir culpas a China, por las consecuencias en la magnitud de sus enfermos y muertos, pero principalmente por la afectación en su macroeconomía. Por lo que no es tan absurdo imaginar que -independientemente de sus actuales conflictos internos-, se den los inicios de un inminente conflicto bélico mundial, donde nuestro gobierno federal por sus características de izquierda, se vea forzado a apoyar directa o indirectamente a alguna de las naciones contendientes, de ahí que insinuemos que los efectos del problema de salud pública, son también un delicado tema de Seguridad Nacional.

Como podemos darnos cuenta y sin rasgarnos las vestiduras con un apasionamiento enfermizamente politizado, nos ha quedado demostrado que las estampitas milagrosas; los chistes incómodos y honoríficas medallas de oro al pueblo por su “conducta ejemplar”. Así como gobiernos locales descoordinados y en franca discordancia de planimetría estratégica con la federación; datos contradictorios o simulados entre todas las esferas de gobierno, definitivamente no han funcionado en lo más mínimo contra un carcinoma delincuencial que no descansa y que no teme a nada, mucho menos a un irrisorio virus; al fin y al cabo ellos ya están mental y físicamente programados para eso: “¡Pa´ morir al topón!”[2]

¡Si una pandemia tan cruelmente letal, no fue capaz de frenar la delincuencia, mucho menos las estrategias simuladas y oscuras indulgencias legales, que permiten seguir destruyendo lo más valioso del ser humano: la vida y la fe!


[1] www.eluniversal.com.mx. 01 de junio de 2020.

[2] Expresión del argot delincuencial, que significa morir frente a lo que sea. O bien, pase lo que pase.

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