Vacíos de poder en México
Por: Mtro. José Carlos Hdez. Aguilar, Especialista en Investigación Criminal y Delincuencia Organizada.
Una de las dinámicas de retroalimentación que suelo poner a mis alumnos de diferentes cursos sobre las materias criminológicas, es que después de discernir en equipo, enuncien frente al grupo algunas causas, consecuencias y soluciones del fenómeno criminal en México. En cuanto a las primeras, por lo general concluyen que es la falta de valores, desempleo, el problema educativo, pobreza, adicción a las drogas, hogares desechos, corrupción y otras más: ¡respuestas llanas pero muy certeras!
Abonando a sus planteamientos, hemos insistido en diversos foros que efectivamente el origen de esta ola delictiva -la cual es cada vez más atroz-, estriba en un sinfín de factores detonantes, pero principalmente su umbral está en los hogares disfuncionales y/o desintegrados que -por su mismo escenario interno-, no logran sembrar proactivamente los procesos culturales ni axiológicos correctos a sus miembros. Tanta es la problemática en ese rubro, que en nuestro país pueden llegar a sumar hasta un 70% las familias con aquellas características criminógenas.
Pero de igual forma podemos afirmar que otra de las principales causas etiológicas de esa situación tan inacabable, son los terribles ‘Vacíos de Poder’. Contextualizados estos, como la evidente ausencia de gobierno; el abandono simulado de la autoridad y aún más claro, la notoria vacante de un verdadero liderazgo proactivo y combativo contra el vertiginoso avance de la delincuencia común y organizada.
Vacíos de poder que por ignorancia de sus gobernantes; por oscuros intereses de sus partidos a los que pertenecen; por un sistema penal acusatorio que se encuentra plagado de lagunas para crear a propósito recovecos que fácilmente liberen criminales, porque de lo contrario, sería económicamente imposible mantenerlos por años dentro de sus centros penitenciarios.
¡Vacíos de poder que por un saturado derecho humanismo politizado, han olvidado a las verdaderas víctimas del delito, protegiendo más los intereses de escorias humanas que no han respetado en lo más mínimo a nuestra lastimada sociedad!
¡Figuras de control que han sido lastimosa y fuertemente sacudidas por criminales que sólo piensan en su ego desbordado, para intentar llenar su lujurioso deseo de poder y de dinero!
¡Enormes vacíos, que han propiciado que México sea la nada jurídica para una potencia mundial vecina, que tiene la justificada o injustificada intención de considerar a los cárteles mexicanos como terroristas ante la comunidad internacional, porque sencillamente, los gobiernos de esta república no han podido o no han querido contener ya, a una delincuencia que mata familias enteras; que desaparece pueblos y comunidades indígenas; que cierra establecimientos comerciales y que incendia camiones; que amenaza y ejecuta a sus policías! ¡Vacíos de poder que permiten que hasta los más escurridizos delincuentillos, se burlen de nuestro glorioso ejército mexicano, dejando el triste mensaje de quien tiene el mando en esta dolida nación!
¡Todo ese exquisito cóctel de impunidad y permisibilidad excesiva, proveniente de un hipócrita sistema político mexicano, ha hecho un país arrodillado con un indeseable olor a drogas, pólvora y sangre! ¡Un país con una macabra indigencia de justicia, orden y paz, ante una muy bien orquestada delincuencia que no cede, no cederá ni perdonará jamás!
Por lo anterior, qué razón tiene el investigador Edgardo Buscaglia, cuando refiere que para cambiar esa realidad “es preciso habilitar de inmediato y de manera tangible los controles judiciales, los patrimoniales, los controles de la corrupción; y los más importantes: los controles sociales”. Siempre que exista, obviamente, la inmediata voluntad individual y política de quienes tienen la autoridad para hacer que las cosas buenas sucedan en México.
¡No cabe duda que el ser humano no sólo es el peor depredador de su entorno, sino de su alma; de su espíritu y en suma, de su propia esencia de vida!