Viernes, 22 de noviembre del 2024

#Opinión Violencia vicaria

Por: Mtro. José Carlos Hdez. Aguilar, Especialista en Investigación Criminal y Delincuencia Organizada.

Mucho se ha hablado y escrito de los distintos tipos de violencia, entre ellas la física, psicológica, patrimonial, económica, sexual, cibernética, obstétrica, etc., las que incluso han sido conceptualizadas por la legislación federal y la propia de cada entidad federativa.

Sin embargo, pocas personas conocen el significado e impacto familio-criminológico de la ‘Violencia Vicaria’, que es derivación de algunas de las anteriores y la que concebimos como: La acción dolosa de poder y fuerza de carácter instrumental, intimidatoria y principalmente intrafamiliar que, para causar una coacción emocional a una víctima primaria, deliberadamente se producen daños y perjuicios sobre otras personas o bienes que tienen un alto grado afectivo para aquella.

Son claros ejemplos de éste subtipo, cuando la o el agresor obliga a sus hijos a presenciar humillaciones o agresiones físicas contra su pareja o propinarle golpes a su mascota preferida; tomar de ‘rehenes’ a los pequeños para que, a través del chantaje, la esposa o el marido ceda ante sus irracionales pretensiones; las escalofrías amenazas al resto de los seres queridos de la víctima preferencial o destruirle su ropa u objetos más preciados; recoger a los hijos en la escuela sin previo aviso o lesionar gravemente a la actual pareja de ella o de él, para causarle un pánico imborrable o un dolor de grandes dimensiones, etc.

Llegan a ser tan patológicos estos mecanismos de control o de coerción narcisista, que se puede llegar al extremo de agredir sexualmente a los propios hijos o hasta privarlos de la vida y suicidarse luego, no sin antes quemar su hogar y sus pertenencias; todo para arruinar emocional y patrimonialmente a su consorte o expareja. La Dra. Sonia Vaccaro, Psicóloga Forense y Vicepresidenta de la Red Internacional para los Derechos de la Infancia “Fight4 Child Protection”, fue la pionera en darle un giro doctrinal a este tipo de agresiones, donde para causar daño a otra, se toma como ‘instrumento’ a otras personas o bienes, con una gran valía para la primera.

La pequeña línea casi invisible que distingue y -al unísono- acerca aquella con otras tipologías sádicas es que, en la Vicaria hay ‘ex profeso’ una tercera persona u objeto, que, en la mente destructora sirve como óptima intermediaria, para el causamiento de daños que al final le propicien serios perjuicios a una principal víctima y que en términos generales es a la pareja o la que en su momento lo fue. Sin duda alguna ¡La atrocidad humana no conoce límites ni temores y como estas desgracias que secuestran la voluntad, el alma y la esperanza, existen millones en el mundo!

Obviamente por la naturaleza tan casuísticamente cerrada, en México no existen datos oficiales que, de manera real y directa, nos enfoquen más claridad sobre éste tipo de conductas anómalas que se originan principalmente dentro de casa y con motivo -muchas veces- de un comportamiento bipatológico que le da rienda suelta, a que esos lamentables hechos se vuelvan multireincidentes y parte de su cotidianeidad. Pero si tenemos en cuenta que, en nuestro país alrededor del 70% de los hogares son disfuncionales y/o desintegrados, sólo baste imaginar el grado de descomposición intrafamiliar en donde se pueda encuadrar aquel tipo de agresiones cobardes en los que, la mayoría de las responsables de esos delitos son varones (aproximadamente un 60%).

Ahora el contexto analítico es, ¿Realmente a quién lastiman, cuando esas salvajadas van dirigidas principalmente a un hijo o una hija, para al final perjudicar dolosamente a otra persona preferente? Pues generalmente a lo insoportable de sí mismos; a ese sentimiento doloroso o muy guardado en el interior que se pretende destruir, proyectando su ira guardada por años a un ser indefenso y aunque éste pudiera protegerse, pues con más ganas la conducta neurótica se realiza como un reto mucho más contundente contra lo que odia de sí misma o de la pareja, aniquilándola o silenciándola para siempre, tratando de imponer su amarga voluntad y la que siempre le dejará un dejo de insatisfacción, trayendo posteriormente consecuencias dentro de la lupa criminológica en ese acotado núcleo social y así, conjuntando al mismo tiempo todos los casos que existen en una pequeña comunidad, luego en una ciudad, en un estado y dentro del país, detonará entonces un problema delincuencial de incontrolables proporciones, como el que actualmente estamos padeciendo en México. Por eso ¡Si exigimos una incorrupta nación educada en valores y en completa armonía social, empecemos con nosotros mismos y con nuestros hijos e hijas! ¡No hay más!

¡La intolerancia explosiva e incontrolable hacia las personas, circunstancias u objetos, es la máxima demostración de una fría pobreza del alma y de un odio autodestructivo, para quien es presa de aquella!

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