#Opinión Folie Á Deux
Por: Mtro. José Carlos Hdez. Aguilar, Especialista en Investigación Criminal y Delincuencia Organizada.
Este es un calificativo de origen francés que literalmente se traduce como “Locura de dos”, el cual hemos definido en diversos foros como un trastorno psicótico compartido de dos personas, en el que de manera delirante se cometen conductas antisociales o delictivas, bajo el apoyo, corresponsabilidad y supuesta secrecía eterna, sustentadas en pactos expresos o tácitos entre ellas. Al respecto y de acuerdo a la psiquiatría forense, también se puede hablar de Folie á Trois (locura de tres) o hasta de Folie á Plusiers (de muchas).
Dentro de los tantos documentos que mi padre poseía con motivo de la abogacía que ejercía antes de su fallecimiento, hace ya varios años encontré un viejo artículo periodístico muy interesante, que narraba el horrendo caso de las hermanas Léa y Christine Papin; dos jóvenes sirvientas que la tarde del 2 de febrero de 1933 en la ciudad de Le Mans, Francia, privaron de la vida a sus patronas con las que trabajaban, con una saña y tortura inaudita; la Sra. Lancelin y su hija Génevieve. Los psiquiatras de la época, diagnosticaron esa conducta como binomio compartido de psicosis. De este repugnante hecho que cimbró a ese país y a otras partes de Europa, se han escrito varias películas y obras de teatro. Christine fue condenada a la pena capital, pero luego le fue conmutada por cadena perpetua. Léa fue condenada a diez años de trabajos forzados.
Christine, tras cuatro años de padecer repetidas alucinaciones y delirios en los que profería ser el esposo de su hermana, se dejó morir de inanición y Léa cumplió cabalmente su condena, para luego irse a vivir con su madre, falleciendo a los noventa años de edad.
Por otra parte, en 1994 se estrenó la película “Heavenly Creatures” (Criaturas Celestiales), basada en un caso real de Nueva Zelanda, en la que dos chicas: Paulina Parker y Juliet Hulme, después de enamorarse entre ellas, padecieron ese mismo delirio acompañado en su imperiosa necesidad de matar a Honorah Rieper madre de Juliet, que constantemente les prohibía estar juntas para siempre, logrando finalmente su objetivo propinándole 45 ladrillazos en la cabeza. Posteriormente fueron sentenciadas a pena de muerte, pero por los esperados artilugios legales, se les conmutó a tan sólo cinco años de prisión y que jamás se volvieran a ver o comunicar.
Otro caso tristemente célebre, fue el ocurrido en mayo del 2008 cuando las gemelas Úrsula y Sabina Eriksson, habían sido rescatadas por intentar suicidarse cruzando la autopista. Tras discutir con los policías y paramédicos que apoyaron las maniobras de auxilio, los acusaron de querer robarles sus órganos y que, además, ellos no eran reales. En un descuido de los oficiales, las dos se les escaparon para ahora sí, cruzar la carretera.
Úrsula fue impactada por un tráiler Mercedes Benz y la otra por un coche Seat León. La primera quedó seriamente herida y fracturada, mientras que Sabina tras ser atropellada por el otro vehículo, se recuperó de inmediato. Ésta última, tras pasar una noche en la cárcel por intentar agredir a los agentes, continuó con sus fantasías y el mismo día que salió de prisión asesinó a puñaladas a un hombre llamado Glenn Hollinshead y nuevamente intentó suicidarse. Ambas fueron prescritas con el mismo padecimiento psicótico. Sabina fue sentenciada a cinco años de condena y Úrsula emigró a otra ciudad.
En nuestro país el caso más recientemente famoso -pero no el único-, de esa psicosis bilateral, la podemos ejemplificar con los llamados “Monstruos de Ecatepec”. Una pareja compuesta por Juan Carlos Hernández y Patricia Martínez Bernal de 35 y 30 años de edad respectivamente. dos homicidas seriales que fueron detenidos el 4 octubre de 2018 en esa ciudad mexiquense, por su responsabilidad en al menos 20 asesinatos de mujeres, practicando en algunos de los cuerpos ‘antropofagia criminal’, la cual es una conducta sociópata de destrucción y desaparición total del ser humano, comiéndose partes u órganos esenciales del cuerpo de la víctima, como acto de dominación; de pertenencia o deseo que la víctima ‘siga viviendo’ para siempre dentro de la persona activa del hecho.
Por su modus operandi, Juan Carlos y Patricia fueron clasificados como homicidas seriales, organizados, hedonistas, sedentarios y que, motivados por compulsiones sexuales, actuaban en pareja. Actualmente les espera una sentencia de más de 114 años de prisión, por los abominables homicidios y descuartizamientos mencionados.
Todo esto, pudiera parecer un morboso y subjetivo análisis de conductas extremas que casi nunca se presentan y mucho menos en nuestro país. Sin embargo, la realidad psico-criminógena de México dista mucho de esa pobre opinión. Recordemos que la maldad transformada en violencia es completamente evolutiva y más, cuando convergen un sinfín de factores internos y externos que la avivan. Entre otros más; los hogares completamente desechos, sin rienda y sin rumbo; el uso cada vez más recurrente de todo tipo de drogas, incluyendo las auditivas que tanto lastiman la psique de las personas receptoras; la fatalidad del ambiente socio-demográfico donde se desenvuelve; todas las falaces oportunidades de hedonismo y confort que ofrece el exagerado consumismo en su progresismo totalitario, acentuándose en proporciones inimaginables con la nociva influencia de las redes sociales; el fácil acceso a la moda alterada, la cual es concebida como la apertura mental obsesiva y directa por la música, literatura e imágenes alusivas y grotescas sobre el mundo de la destrucción y muerte del crimen organizado, tan latente por doquier, principalmente entre los niños, niñas y adolescentes; madres y padres adictos, sobre todo en el embarazo y que a la postre deja secuelas en las y los hijos.
Abona drásticamente a lo anterior, la falta temprana de atención profesional y personalizada a todos los problemas conductuales principalmente de las y los menores de edad, que, con tanto ruido mental cada vez se vuelven más proclives a este tipo de padecimientos y que de dejarlos pasar, pudieran volverse irremediables. Pues con ese revoltijo de ingredientes físicos, mentales y externos, se torna un poderoso caldo de cultivo donde se gestan necesariamente conductas neuróticas o psicóticas, que muy seguramente propiciarán hechos delictivos perpetrados por personas sociópatas o con el ya referido trastorno.
Por citar otra muestra vinculatoria al tema, simple y sencillamente en México ya pueden contabilizarse, al menos extraoficialmente, más de 2’500 familias involucradas en actividades ilícitas de alto impacto o enroladas en el crimen organizado, indubitablemente muchos de sus integrantes con severos trastornos deux, trois o plusiers, como consecuenciales de esos multifactores circundantes que los incita a realizar esos abominables desprecios por la vida humana, materializadas a través de mutilaciones, degollamientos, incineraciones, exhibición pública de cadáveres, etc., por eso y sin ninguna vacilación, podemos asegurar que ¡La maldad y la delincuencia, son sumamente atrevidas, insolentes y repugnantes, pero más aún, no actúan solas: siempre buscan compañía!
¡Permitirle a otra persona que nos envenene el alma para dañar al prójimo, es dejarle la puerta abierta para que entre y nos queme sin piedad, en el infierno de nuestra propia y enferma destrucción!