Sábado, 23 de noviembre del 2024

#Opinión Impacto de la deserción escolar en materia de seguridad

Por: Mtro. José Carlos Hdez. Aguilar, especialista en Investigación Criminal y Delincuencia Organizada

A groso modo diremos que la deserción escolar es el abandono del sistema educativo formal -ya sea público o privado-, antes de haber logrado una finalización de objetivos, en cualquiera de sus niveles reconocidos por la ley. Existe una multiplicidad de causas de éste problema toral, pero por la delicadeza del tema, en esta ocasión sólo nos centraremos en las reprobables consecuencias que este hecho produce, al impactar como meteorito en tierra sobre los niveles de inseguridad ciudadana, ya que, en nuestro desarrollo histórico la educación se ha presentado como condición básica para que las personas alcancen igualdad de oportunidades, justicia social y alejamiento proactivo de la delincuencia. Por lo que, a ella se le ha conferido la más alta calidad de derecho humano, asignando a la escuela, la tarea de acercarlas a la cultura, a la formación cívica, al conocimiento científico y tecnológico y desde luego, a la gran oportunidad de ‘aprender a aprender’.

En contraposición, en aquel desierto escolar tristemente se niega el conocimiento; se empobrece la magia de la cultura y se ennegrece el futuro; abismándose los valores personales y sociales y convirtiendo a quien lo sufre, en alguien mucho más vulnerable a las batallas de la vida. El sistema educativo no se ciñe a la simple transmisión de conocimientos y competencias laborales en las diferentes ciencias o disciplinas, sino que incluye la correcta e inmejorable promoción axiológico-cultural, para enfrentar proactiva e inteligentemente los fenómenos que la misma cotidianidad presenta.

En cuanto a su numeralia y de acuerdo a la oficialización de datos de la misma Secretaría de Educación Pública, la matrícula nacional total para el ciclo escolar 2019-2020 fue de 36.6 millones de alumnos; distribuidos en 265.2 mil escuelas y atendidos por 2.1 millones de docentes. Pero en contraparte, es obligado señalar que los niveles de dispersión escolar son realmente impresionantes: el 10% del registro en educación básica (preescolar a secundaria), revela que fueron 2´525.330 alumnos que dejaron definitivamente las aulas. En cuanto a la educación superior, ese abandono se calcula en un 8%. Es decir, unos 305´089 universitarios. Asimismo, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, prevé que, en México al menos unos 1.4 millones de estudiantes, ya no regresen a clases en el ciclo que está por iniciar ¡Muy triste paisaje, en esta casi invisible realidad social!

Por tan alarmantes cifras, hemos concentrado el presente análisis en las ineludibles secuelas que trae aparejado este contexto criminógeno y focalizado en materia de seguridad, arrojándonos principalmente las siguientes:

  1. Altos niveles de frustración personal, al no haber logrado con éxito el objetivo de vida en la mayoría del estudiantado mexicano, los cuales se extienden a los padres de familia, presentando serias conductas de riesgo que son los comportamientos contrarios a mantener la integridad física, emocional o espiritual de las personas y que pueden incluso atentar contra su propia vida.
  2. Por el tiempo de infructuosa inactividad, aunado al nuevo ‘confort’ de vivir de tal manera, se potencian los niveles de violencia intrafamiliar hasta en un 30% más, sobre los ya infortunados datos ordinarios.
  3. Con la descensión de los estudios, se pueden multiplicar hasta en un 45%, las uniones de pareja, trayendo como resultado los sorpresivos embarazos prematuros o los esperados hechos violentos entre las partes, con consecuencias no sólo psicológicas, sino hasta de responsabilidades penales.
  4. Un consecuencial de alto impacto socio-económico, es que las personas desertoras no rompen a la postre, con el conocido ‘Ciclo de Pobreza’, al carecer de conocimientos, competencias y habilidades para desarrollarse de acuerdo a las exigencias de un mundo globalizado, que exige no sólo pragmática laboral, sino altos estándares de cognición en las nuevas tecnologías implementadas y vanguardistas modelos de comunicación administrativa.
  5. Por ese cúmulo de carencias integrales, en muchas ocasiones estalla la olla de presión en el intento de querer migrar al extranjero -principalmente a los Estados Unidos-, con los funestos resultados que son del dominio público.
  6. Niños, niñas, adolescentes y jóvenes, se vuelven presas fáciles de las adicciones, el uso indiscriminado del internet que los lleva a rastrear mundos nuevos y casi, por ende, su enrolamiento en el mundo delincuencial quedando autoexcluidos de la sociedad y expuestos a un altísimo grado de vulnerabilidad, relegándose automáticamente de las diversas instituciones sociales, culturales, políticas, religiosas, empresariales, etc., que en mucho contribuirían a un proceso de reinserción personal.
  7. Esos procesos desertivos, incrementan exponencialmente que la niñez y la adolescencia explore espacios y tiempos extra-familiares, que por la ociosidad, la facilidad y la vagancia les son sumamente atractivos, detonando inevitablemente la patología del Síndrome del Espejo, en el que una persona observa el éxito en la conducta antisocial de otra, así como la impunidad en su sanción, por lo que se programa y refleja mentalmente en este, bastándole un factor detonante para que materialice ‘justificadamente’ -y según su criterio- el mismo comportamiento aprendido.
  8. Después de la desintegración o disfunción familiar, la deserción escolar es la principal fábrica de la delincuencia, que aprovecha la situación de ignominia y posición etaria, convirtiéndolos en grupos sumamente vulnerables para que aquellos opten por este adverso estilo de vida, arropándose luego en células pandilleriles o estructuras delictivas perfectamente organizadas. Por eso en la misma extensión analítica, tenemos que la mayoría de las personas menores de edad que han sido privadas de su libertad en un centro penitenciario, carecen de educación elemental o si la hubiere ¡esta jamás hizo eco en sus vidas!

Es lamentable, que incontables veces ¡cuando en su ignorancia educativa y cultural, alguien siente que no tiene ninguna razón de ser como parte de una común y normada ciudadanía, siga entonces cobrarse con una muy cara factura de frustración social, mediante atrocidades que difícilmente se pueden parar!

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