Sábado, 23 de noviembre del 2024

#Opinión ¿Semáforo rojo? ¡me vale!

Por: Mtro. José Carlos Hdez. Aguilar. Especialista en Investigación Criminal y Delincuencia Organizada.

Es realmente increíble, no sólo el arrojo sino la ignorancia y la insidiosa afrenta anárquica de algunas personas que, dentro del pico más alto de contagios por esta crisis sanitaria en Chihuahua, continúan en su torpe necedad de enfiestarse o reunirse sólo porque sí: “Al cabo nomas´ somos la pura familia”, haciendo caso omiso a las claras advertencias de la autoridad para atenuar este problema, que ya ha cobrado hasta el día de hoy más 97´100 fallecimientos en México, de los cuales son más de 2´550 en nuestro Estado de manera oficial (más los que por alguna circunstancia, no han sido considerados como tal), convirtiéndonos en la entidad federativa con mayor índice de letalidad del país.

La madrugada del pasado domingo 8 de noviembre, se viralizó en diversas redes sociales, un pequeño video donde se exhiben las airadas voces de unas mujeres sumamente molestas y con un lenguaje por demás soez, cuando estaban siendo sancionadas por elementos de la Policía Municipal por encontrarse en su muy alegre ágape, vulnerando así toda restricción emitida por la autoridad local para el control del problema de salud, poniéndose en peligro no sólo los asistentes, sino posteriormente al resto de sus familias y demás gente con las que se convive. No es posible entender que aún hay quienes, en su ridícula postura, manifiestan que “¡El virus ese no existe!” o de que “¡No pasa nada hombre´, nomas´ es una gripa más fuerte y ya!”.

Desde que inició éste problema de insalubridad pública mundial -obviamente con gran impacto en nuestro país-, empezamos a analizar objetivamente, la postura negativa de las y los chihuahuenses frente a éste fenómeno que ha cambiado dramáticamente al orbe. A estas alturas y, a casi nueve meses del primer contagio en México, hay personas que se resisten a dimensionar la gravedad del asunto, por las siguientes enunciativas razones:

1. Por la incredulidad social y transmisión vociferante de comentarios masivos en las redes sociales, minimizando la acción epidemiológica en nuestro país.
2. Por la enfermiza y politizada polarización que sigue prevaleciendo en México sobre éste y otros temas conexos al COVID-19. Abonando al triste escenario, los datos oficiales por parte del gobierno federal y locales, que no quedan del todo claros, provocando, por ende, enojo y sospecha ciudadana de una manifiesta manipulación oficial. Agréguese el pésimo ejemplo que nos brinda el Presidente de la República, cuando además de no cuidar evidentemente la “Sana Distancia”, se resiste al uso del cubrebocas y abiertamente da a entender que no es muy necesario.
3. Por la sobre-confianza y falsa creencia de que “Eso no nos va suceder a nosotros: menos a mi familia, porque nosotros sabemos que nos cuidamos” “Sólo le pasa a la gente de la tercera edad; a los que tienen diabetes o hipertensión o al personal médico o policial”.
4. Al efecto analógico psicosocial (método comparativo que hacen los grupos sociales), con otras pandemias como la influenza o el VIH, que se presenta según ellos a los que “verdaderamente” están demasiado expuestos a ella y que aún con eso, “¡Miren, la inmensa mayoría de los habitantes estamos perfectamente bien!”.
5. Aún con esta disposición en rojo por el alto contagio, la falta de contundencia punitiva gubernamental contra las personas infractoras del orden social, al no sancionar fehacientemente todas las conductas rebeldes de las y los ciudadanos que alteran el buen gobierno y la salud de las demás personas, limitándose a algunos casos aislados, por no querer asumir el llamado “costo político”,
6. Por el ablandamiento de la autoridad sanitaria, brindando al pueblo ‘datos alegres’ o contradictorios de la pandemia, que seguirá avanzando y destruyendo, por mucho tiempo más.
7. Por el mismo proceso o desarrollo histórico-cultural de los mexicanos, en esa ‘gran festividad anárquico-social’ ante toda disposición imperativa que provenga de cualquier figura de autoridad. Repito, ¡cualquier imagen de autoridad y que, dicho sea de paso, se halla tan desgastada en estos tiempos!
8. Por el so pretexto de que “¡Pos´ tenemos que trabajar y salir! ¿qué acaso el gobierno nos va a mantener? Luego complacientemente se auto-responden: “Si nos mantuviera ¡claro que nos quedaríamos en casa!”.

¡Por supuesto que la pobreza y la necesidad de trabajo es una gran realidad mexicana! Nos queda muy claro que hay personas que viven al día y necesariamente tienen que laborar para subsistir u otras que están obligadas a las llamadas tareas esenciales como personal médico, policías, bomberos, rescatistas, etc. Pero entonces ¿Cómo nos explicamos ese burdo reto social de que en pleno “Semáforo Rojo” se hagan enormes filas en licorerías, bancos y tiendas departamentales; empalmes de personas en puestos ambulantes de comida rápida; fiestas y gimnasios clandestinos sin respetar las mínimas medidas de salubridad tan necesarias, y al contrario -con su nefasta actitud-, empeoran frontal y sarcásticamente las instrucciones dictadas por la autoridad?

Como penoso dato accesorio, este pasado martes 10 de octubre apareció una impresionante nota en algunos medios de comunicación digital, en el sentido de que la alcaldesa de Chihuahua, informó que, en el primer fin de semana de esta semaforización restrictiva, lamentablemente se habían detectado 1´535 fiestas o reuniones, tan sólo en esta ciudad capital.

Obviamente no entran en esa numeraria, las no reportadas o aquellas que no fueron escandalosas, pero que si se dieron ¡Muy asombrosa noticia que nada tiene que ver, con la imperiosa necesidad de salir por víveres o trabajar para sobrevivir! Es increíble darse cuenta del obstinado egoísmo de algunas personas, que prefieren desesperadamente salidas o fiestas sin sentido, por encima de la salud y seguridad de sus supuestos seres más queridos. Y así tenemos que las edades en donde más hemos observado esa reticencia a acatar las disposiciones de semaforización paulatina, se presenta de los 16 a los 45 años; con un padrón cercano del 53% hombres y el 47% mujeres.

Amigos y amigas:

Para disminuir considerablemente los estragos de este letal virus, debe existir un muy serio compromiso individual; el cual necesariamente se convierte en una responsabilidad familiar y finalmente en un deber social: protegernos y proteger a las demás personas de los daños que origina este horrendo contagio masivo. Esta no es una campaña insidiosa o mediática inventada por un gobierno para molestarnos ¡No! Simplemente, es una urgencia de carácter mundial, la cual consiste no sólo en atrincherarnos en casa, sino atender -dentro y fuera de ella- todas las medidas sanitarias que han dictado nuestras autoridades y dejar de ‘grillar’ neciamente sobre este terrible mal que es real y que ha dejado por el mundo, una estela de muerte y destrucción aún no cuantificada.

¡Un pueblo que festivamente se regocija en el lodazal de su anárquica ignorancia, está condenado al atroz ahogamiento de su propia necedad!

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