Cuando el amor se vuelve adicción
Por: Daniela Cristina Samaniego Chávez
Máster en Psicología Clínica y de la Salud y Psicoterapeuta Cognitivo-Conductual del Instituto Superior de Estudios Psicológicos en España, Cédula Profesional 11385057
www.cristinasamaniego.mx
«Comenzamos una relación. Todo era perfecto, me siento en las nubes y la persona más afortunada en la faz de la tierra. No tomó tiempo para que comenzara a imaginarme un futuro eterno con esta persona, un amor tan real y profundo que jamás pensé haber experimentado jamás en la vida. Esta persona se siente como casa, pero jamás imaginé que hablar de casa también incluye hogares tóxicos.
Pronto, cuando menos lo pienso, comienzan a detonar señales alarmantes o las banderas rojas en mi pareja. Pero esto no me preocupa, puesto que tengo seguridad de que mi amor todo lo puede y tarde o temprano esta persona se curará con él, considero que mi amor es todo lo que el otro necesitará. Por supuesto, para estas alturas mi cerebro esta tan enganchado con las dosis de dopamina que esta persona genera en mi organismo.
Y es cuando comienzo a caer en algo que se llama “El ciclo de la violencia”. Poco a poco, comienzo a percibir que mi pareja está irritable, malhumorada o no esta en sus mejores momentos conmigo; pronto intento animarla y hacer todo lo posible para que esta se siente bien nuevamente, pero cuando menos lo pienso, enfrento una de las primeras exposiciones de violencia: me grita, me humilla, me avienta objetos, me maltrata físicamente, me amenaza o me hace la ley de hielo, hace cualquier conducta que me afecta y claramente me siento culpable de ello. Sin embargo, fue la primera vez, mi pareja no es así.
Cuando las cosas se calman decidimos hablarlo. Me promete que va a cambiar y que jamás volverá a pasar de nuevo, le creo. Nos contentamos y comenzamos nuevamente una fase de ensueño, todo vuelve a ser perfecto. ¡Claro! Fue una excepción, yo he visto estas situaciones en amistades y siempre he dicho que «a la primera, yo me voy». Cuando menos lo pienso, el ciclo se repite: se genera tensión, sufro la violencia, y regresamos como si nada hubiera pasado a una fase de luna de miel. Yo me siento bien, puesto que la esperanza de cambio jamás me abandona, yo sé que tenemos el potencial de ser la pareja perfecta y de superar cualquier adversidad en nuestra relación.»
¿Dónde lo habrás escuchado antes? Pero vamos a traducirlo a otro escenario, al de las adicciones, ya sea por sustancia o por conductas. Cuando hablamos del consumo o de hábitos tóxicos, requerimos de tres elementos para catalogarlo como adicción: la dependencia, la tolerancia y síndrome de abstinencia. Te explicare con más profundidad la relación con la codependencia.
- La tolerancia es el estado de adaptación de nuestro organismo. Hace que la misma cantidad de droga, sustancia o conducta, no sea satisfactoria y progresivamente se necesiten mayores dosis para conseguir los mismos efectos de bienestar.
- La dependencia es el conjunto de fenómenos cognitivos, comportamentales y fisiológicos que se producen por la integración al organismo, y se utiliza para describir el uso constante, aún y cuando se han desarrollado problemas importantes relacionados.
- Y, por último, el síndrome de abstinencia es el conjunto de manifestaciones físicas, cognitivas o comportamentales que se producen tras la interrupción del consumo que se ha mantenido durante un tiempo. Es decir, empiezas a sentir un gran malestar a raíz de haber pausado el consumo.
Bueno, ya que definimos este conjunto de conceptos relevantes ¿cómo puedo yo generar una adicción a una persona o codependencia? Pues de la misma forma que una sustancia.
Una relación tóxica se caracteriza porque genera una gran excitación en el sistema nervioso central (tolerancia). Durante la fase de luna de miel se generan picos de dopamina, oxitocina y serotonina, los neurotransmisores encargados del bienestar. Sin embargo, cuando no estoy con esta persona, me rechaza, me deja, me ignora, mi cerebro produce cortisol, noradrenalina y adrenalina, hormonas que no se sienten nada bien en mi organismo, razón por la que siento una gran pena, vacío o ansiedad (síndrome de abstinencia). Entonces ¿qué es lo que sucede? Mi cerebro comienza a asociar que mi malestar se debe a la ausencia de esta persona, y que los síntomas de malestar se van a calmar al volver a “consumir” /estar con esta persona, sin recordar el daño que me ocasionó previamente (dependencia). Mi cerebro tiene una tendencia natural a evitar el dolor y, dado esto, prefiero aferrarme a los pocos (o nulos) momentos de felicidad en la relación, generando un filtro mental de solo concentrarme en los aspectos positivos que tiene (o tuvo) la relación.
Es a lo que Robin Norwood, autora del libro “Las mujeres que aman demasiado”, a lo que ella le llama “coalcoholicas o coalcoholicos”, refiriéndose a las personas que, en lugar de desencadenar una dependencia a una sustancia, desarrolla dependencia a otras personas, principalmente hacia sus pareja. En estos casos, quienes padecen codependencia su sustancia adictiva es el sentirse necesitados/as por otros/as.
Y bueno ¿ahora qué hago?
Como en toda adicción, el factor principal para atenderla o superarla es la motivación al cambio. Una persona que no es consciente de su problema, de lo que implica la relación en cada aspecto de su vida, no va a dejarla. Por lo que ahora me gustaría compartirte algunos tips para acompañar a una persona codependiente.
- Ser consciente de que el cambio es un proceso y es doloroso. Muchas personas se frustran porque el cambio de la otra persona no es de la noche a la mañana, y también a veces nos dejamos engañar cuando la persona de la relación codependiente nos justifica que permanece en la relación porque «ya cambió, ya todo es diferente». La motivación para el cambio representa diferentes fases y, además de estar motivados, permanecer en el camino de la transformación toma tiempo, esfuerzo y recursos, no solo depende de la motivación. Muchas veces el cambio representa “perder” para poder ganar, pérdidas de las que la persona posiblemente aún no está preparada para atravesar.
- Más vale uno, a nada. La frustración nos puede llevar a que cortemos contacto con esta persona por el dolor que nos ocasiona el daño que se hace a sí misma. Una de las principales señales de que una persona está en una relación codependiente o de violencia, es que la persona poco a poco se comienza a aislar y a quedarse sin una red de apoyo. Si te percatas de esta situación, intenta mantener tu apoyo, tu escucha y las puertas abiertas para esa persona (con límites claros), puesto que muchas personas que llegan al punto de ser conscientes de lo que viven, temen salirse debido a que se quedaron sin nadie a quien recurrir.
- La codependencia enferma al cerebro. El no ver a las adicciones como una enfermedad, impide que se le de el tratamiento y las atenciones necesarias. Una persona que se rehabilita de una sustancia, jamás en su vida podrá llegar a la abstinencia parcial de aquella, tiene que llegar a la abstinencia total. Esto se debe a que tu cerebro ya se adaptó tras el periodo de consumo y las caídas pueden desencadenarse en recaídas, y volver a los antiguos patrones de consumo. Lo mismo sucede con una persona. Tras alejarte de la relación codependiente habrá que cortar de raíz toda relación con esta y aplicar “Contacto Cero”. Muchas personas refieren que «quedamos como amigos» o que «nos veremos solo para regresarle su calcetín derecho que se le olvidó en mi casa» (no vaya a hacerle mucha falta ¿verdad?). Estos pequeños contactos resultarán en que la persona, debido a su nueva estructura cerebral, recaiga y pueda retomar la relación. Por esto, la única forma de sanar una relación codependiente, es cortando del todo (o lo más posible) la relación con esta persona. Para esto existen dependencias o mecanismos para ayudarte con cuestiones como: las patrias, custodias o las pensiones en caso de que tengan hijos.
- La relación más difícil después de una relación tóxica es la relación sana. Muchas personas no se percatan que tras una relación de violencia se desencadenó un patrón de relaciones similares posteriores. Esto se debe a que tu cerebro está acostumbrado a cierto grado de excitación y una relación sana puede resultar bastante aburrida. Por esto, hay muchos casos de personas que encuentran al candidato o candidata perfecta, pero «no siento esta chispa y nomas como que no conectamos». También, es relevante considerar que tras una relación tóxica generamos ciertos mecanismos de defensa y de ataque para poder sobrellevar la relación anterior. Estos mecanismos de una u otra forma nos los llevamos y los reproducimos en la próxima relación que tengamos. Es por todo esto que resulta necesario darte un tiempo para sanar el trauma que viviste anteriormente, pedir ayuda profesional para cambiar patrones conductuales, creencias o esquemas que se han ido creando, e irte enamorando nuevamente de ti, aprender a estar solo y sola.
Tienes derecho a pedir ayuda o apoyo emocional. Para esto y más, acude con tu psicoterapeuta de confianza. Recuerda que también hay servicios gratuitos en el estado que cuentan con psicoterapeutas capacitados.