Viernes, 22 de noviembre del 2024

Cuando la enfermedad se vuelve tendencia: formas contemporáneas de experimentar los Trastornos de la Conducta Alimentaria

Por: Daniela Cristina Samaniego Chávez
Máster en Psicología Clínica y de la Salud y Psicoterapeuta Cognitivo-Conductual del Instituto Superior de Estudios Psicológicos en España, Número de Registro 420655.
www.cristinasamaniego.mx

“El hecho de que millones de personas comparten los mismos vicios, no hacen a estos vicios virtudes. El hecho de que compartamos los mismos errores, no convierte estos errores en aciertos. Y el hecho de que millones de personas comparamos la misma forma de enfermedad mental, no hace la enfermedad un signo de sanidad”. – Erich Fromm

Me acuerdo que durante mi adolescencia se comenzaba a escuchar mucho sobre los cuerpos entre mis compañeras. Un tema que, sin duda, conforme fuimos llegando a la pubertad comenzó en aumento, poniendo en tela de juicio temáticas sobre la belleza y todas las conductas que giraban en torno a lo que comíamos, la imagen corporal y el ejercicio. Para mí, era un tema completamente complejo y un tanto desconocido. Veía compañeras que comenzaban a tener cuerpos tan delgados que sentía que en cualquier momento se iban a romper. Desconocía el origen o las causas que alguien pudiera tener para dejar de comer. Sin embargo, no fue hasta que llegue a mi preparatoria cuando el tema de la alimentación y la imagen corporal me fueron alcanzando, viendo cada vez más personas de mi círculo cercano cayendo en los estereotipos rígidos de belleza.

Cuando hablamos de un trastorno de la conducta de la alimentación, nos imaginamos mujeres o personas que están al límite de la delgadez como en la película que salió en 2017 “Hasta los huesos” como protagonista Lily Collins. Sin embargo, creo que la realidad es mucho más compleja que eso. A pesar de ser una película que habla sobre el tratamiento que llevan a cabo personas con este trastorno, creo que el trastorno en sí, ha optado formas mucho más complejas y sutiles de entrar al mundo de las obsesiones y compulsiones de la alimentación. Muchas formas que socialmente están aceptadas y de las que muchos no hablamos, es más, hasta admiramos.

Ahora con la revolución y la tendencia de adoptar una cultura de lo “fitness” o “healthy”, llega a nosotros una nueva forma de trastorno de la conducta alimentaria disfrazado en algo “bueno” para nosotros. Vivimos en una etapa cada vez más sobreestimulada, con tanta información a nuestro alcance y, sobre todo, con la posibilidad de que cualquier información se vuelva viral, hasta hacerla tendencia, como los ahora conocidos “Health Coach” en Instagram.

Instagram es una red social que ha demostrado ser altamente dañina para la salud mental sus usuarias. Estudios dentro de la misma empresa de Facebook han encontrado que esta red social produce una gran comparación negativa, ocasionando que alrededor del 32% de sus usuarias se sientan mal por sus cuerpos. A pesar que es información filtrada por The Wall Street Journal, publica que la misma compañía sabe que, una de cada tres adolescentes, Instagram empeora su salud mental.

Pero cuando hablo de lo “fitness” o “healthy” de una nueva forma normalizada y disfrazada de los trastornos de la conducta alimentaria, creo que pocos profesionales nos hemos puesto a cuestionar hasta qué punto lo “normal” o “saludable” puede caer en lo patológico. Y es hasta el punto en que la raya queda mucho más invisible. Lo que anteriormente veíamos como “dejar de comer”, ahora el cuidado extraordinario de la imagen (lo que podríamos considerar una cualidad positiva) se ha convertido en una versión renovada de padecer esta enfermedad.

Un ejemplo típico se presenta cuando: un adolescente que siempre ha tenido tendencia al sobrepeso, sin tener especial éxito social, por las razones que sea (dieta, enfermedad, cambio metabólico) pierde peso de manera evidente. De repente, se ve más atractivo, empieza a tener éxito social, es invitado a fiestas y reuniones, etc. Esta persona queda anclada al concepto de “estar delgado” como sinónimo de aceptación, de éxito y de inclusión en el grupo social, siendo esto el inicio de diversas obsesiones-compulsiones por permanecer de esta manera (o más). Y es cuando Instagram le bombardea de sugerencias de personas que les tienen la solución a sus problemas y una serie de recomendaciones “healthy” para permanecer de determinada manera.

Y ahora que a nuestro alcance existen diversos “Health Coach”, que establecen conductas “saludables” y “no saludables”, disfrazando muchos comportamientos pesocentristas y perfeccionistas similares a los de un TCA. Entra una nueva variable para los cánones de belleza actuales, que es esta obsesión-compulsión por encontrar el perfeccionismo. Cuando hablamos de TCA, en la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11), un trastorno alimentario implica los siguientes tres puntos:

  • Conductas anormales de alimentación o alimentación que no se explican por otra condición de salud y no son apropiadas para el desarrollo ni están sancionadas de manera cultural.
  • Implican trastornos del comportamiento que no están relacionados con el peso corporal y las preocupaciones de la forma, como puede ser el consumo de sustancias no comestibles o la regurgitación voluntaria de los alimentos.
  • Además, de que incluyen conductas alimentarias anormales y preocupación por los alimentos, así como preocupaciones importantes sobre el peso corporal y la forma.

Y es importante recalcar que: “Lo que te obsesiona, no es saludable”. Comienza una era dónde hacer jornadas largas de ejercicio, verse de determinada manera o cuidar minuciosamente cada detalle e la imagen física, se convierte en la vida entera de una persona en detrimento de otras áreas. En este sentido, se ven afectadas las relaciones sociales, familiares, de pareja, las obligaciones (trabajo, estudios, maternidad/paternidad), con el único objetivo de alcanzar “el perfeccionismo”.

Existe la impresión de que una persona con TCA siempre tiene el objetivo de perder peso o de mantener un peso bajo. En realidad, un trastorno alimentario implica una problemática mucho más amplia y compleja, cuyo motivo y objetivo resultan difíciles de comprender, incluso por la misma persona que lo presenta.

 

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