Netnografía criminal: ¡una eficaz herramienta contra el crimen organizado!
Por: Mtro. José Carlos Hdez. Aguilar, especialista en Investigación Criminal y Delincuencia Organizada.
Sin duda alguna, la delincuencia común y organizacional han mostrado por lo menos, en los últimos 20 años, sus bíceps más fuertes: la más impecable coordinación e inteligencia en su inicuo actuar, frente a un aparato de gobierno organizadamente desorganizado. En otras palabras, un estado mexicano que, en su injustificable temor de asumir el costo político, se ha hecho manco para actuar; en el combate proactivo y directo, así como en el castigo ejemplar hacia una infranqueable criminalidad completamente amurallada y exquisitamente estrategizada.
Para nadie es un secreto, los niveles superlativos de inteligencia criminal para la consumación material de sus actividades, sino que estas también se han trasladado al mundo de la web, donde esas acciones se han vuelto cada vez más evidentes, tal es el caso de los fraudes cibernéticos a mediana y gran escala, extorsiones, secuestros, desapariciones forzadas de personas, robos de identidad, trasiego de droga en línea, lenocinios, sexting, pornografía infantil y demás delitos conexos, pero ahora con un alto nivel de increíble sofisticación. La mayoría, perpetrados por una delincuencia muy bien estructurada y con un puntual modus actuandi cibernético. Por lo que es preciso que el estado, en sus funciones preventivas y persecutorias que la misma legislación le permite, haga uso de una proactiva, laboriosa, permanente, pero no menos impecable Netnografía Criminal, la cual concebimos ampliamente como La investigación objetiva, calificada y seria, sobre el comportamiento delincuencial generado en el mundo de la web, para determinar causas, consecuencias y soluciones a dicho fenómeno antisocial.
Por su extraordinaria ubicuidad criminal (Capacidad de una persona o varias, para estar delinquiendo, a través de la web o de la telefonía móvil, en varios sitios al mismo tiempo), estos tienen un altísimo nivel de profesionalización muy superior a la capacidad del estado. Por más que se jacte, ninguna institución internacional en materia de seguridad ya sea pública o privada, ha podido determinar la auténtica fuerza de la cada vez más corrompida delincuencia tecnológica, la cual y por su potencialidad reporta de esta manera más beneficios materiales y económicos para ella; una mínima inversión para operar; el confort de maniobrar donde sea, como sea y de manera casi invisible; así como de sanciones penales asumibles e irrisorias, que los ha empoderado sin recato alguno, frente a un estado que dentro de sus políticas en materia de seguridad pública y nacional, la investigación en este rubro no entra en sus prioridades persecutorias contundentes. Por ello, gran parte de las y los delincuentes de hoy en día, han cambiado las armas de fuego por un simple e ‘inofensivo’ teclado, para cometer los delitos más espectaculares.
Por lo que no es tan descabellado referir, que las organizaciones enfocadas en su comisión a través de las nuevas tecnologías de la comunicación, captan a los mejores expertos en hacking en diversos congresos, foros de videojuegos, eventos cibernéticos o en las mismas redes sociales, para identificar, focalizar y convencer a los nuevos genios de sus redes informáticas, ofreciéndoles un ‘inmejorable’ trabajo, que les brindará riqueza, poder y beneficios descomunales. Por eso afirmamos que, por su alto grado invisiblemente destructivo, en incontables ocasiones se vuelve más peligrosa esta clase de criminalidad, que la común o callejera.
Ante todo este panorama indetenible, se torna urgente una mayor cantidad de policías cibernéticas o analistas de la información, no sólo altamente competentes (como ya existen), sino con lo más importante: la más amplia fuerza, poder, capacidad de investigación y persecución de carácter trasnacional, fundada en la ley y en los tratados internacionales aplicables al rubro y que dicho sea de paso, estos últimos deberían dejar de ser vacías poesías a los derechos humanos, para convertirse en tangibles y pragmáticos acuerdos inmediatos para el combate frontal y globalizado a la delincuencia organizada. Así como abrir caminos y brechas para la investigación de la ciberdelincuencia a gran escala y no circunscribirse a simples grupitos de policías cibernéticas tercermundistas, que gastan gran parte del tiempo navegando gratuitamente en sus propias redes sociales e interviniendo telefonías de sus conocidos, para obtener información morbosa o desechable. O bien, reportando a sus superiores, sólo datos estadísticos o rutinarios sobre algunos simples movimientos con alguna probabilidad delictiva en las redes, pero con la escasa contundencia persecutoria sobre la vorágine criminal que transita en el internet.
En ese proyecto Netnográfico, es menester una verdadera ‘Globalización de la investigación criminológica’. En otras palabras, el correcto proceso integral del conocimiento criminológico de carácter mundial, que consiste en la necesaria comunicación proactiva, soporte científico e innovación solucionadora y emergente, para el abatimiento del avance delincuencial en la comunidad internacional, sustentado en el respeto soberano de cada nación y en la unificación armonizada de las políticas criminales ¡Como es el tema que nos ocupa!
Cuando el Estado en su ‘incorruptible imperio de la ley’, trémulamente avanza tres pasos en el combate a la delincuencia; ¡esta ya regresó irónica y empoderada, para crear nuevos laberintos de destrucción social!