#Opinión Delincuentes poliseriales: ¡alto nivel de perversión!
Por: Mtro. José Carlos Hernández Aguilar. Especialista en Investigación Criminal y Delincuencia Organizada
Quien por primera vez acuñó el término “Serial Killer” (Asesino en Serie), fue el conocido Criminólogo y Perfilador estadounidense Robert Ressler (1937-2013), con quien, por cierto, tuve el gran honor de coincidir con él, en el 1er. Congreso Internacional de Ciencias Forenses, organizado por la Procuraduría de Chihuahua en el año 2003. Por su modus operandi, Ressler los clasificó en organizados y no organizados, desarrollando así sus teorías que le ayudarían posteriormente en la construcción de perfiles criminales, entrevistando a cientos de ellos, entre los que destacan Ted Bundy, Jeffrey Dahmer, John Wayne Gacy, Edmund Kemper, Charles Manson y muchos más.
En el devenir de los años, todas las personas que se dedican a estas apasionantes y acuciosas labores, han coincidido que el término ‘serial’ no puede constreñirse únicamente al homicidio, sino que dicho calificativo se extiende incluso a otro tipo de conductas antisociales, como la violación, los abusos sexuales, las lesiones, etc., y que la importancia de ese encuadramiento doctrinario, trasiega muy favorablemente los diversos procesos de perfilación dentro del mundo de la investigación criminal. De esta manera concebimos al homicida serial como la persona que, en dos o más ocasiones, priva de la vida a otras elegidas premeditadamente, pero que satisfagan plenamente su fase áurea o de retraimiento social, procurando utilizar en el acto homicida, semejantes patrones de conducta; los mismos ritualismos mentales y materiales, en la búsqueda de la satisfacción de sus necesidades de destrucción de los impactos emocionales y complejos fantasmales, que la han perseguido. Ahora bien, en estos años de praxis profesional investigadora, penitenciaria y de cátedra, hemos dado cuenta de otro prototipo de Personas que han perpetrado varias conductas delictivas seriales, pero de diversa tipología penal y las que pudieran estar o no, vinculadas entre sí. A las que hemos llamado ‘Delincuentes Poliseriales’.
La mente destructora de estos hombres o mujeres, los hace capaces de consumar varias conductas delictivas de corte serial (no las mismas) pero de múltiples tipos penales; las que cometen en eventos separados y que pueden estar relacionadas entre ellas o no; con independencia de la meticulosidad, desorganización o temporalidad para su realización. Para dar más luz al contexto, tenemos el famoso caso del méxico-texano Ricardo Leyva Muñoz Ramírez, mejor conocido como “Richard Ramírez”, “Rick” o “El Acosador Nocturno”, quien entre los años de 1984 y 1985 privó de la vida a catorce personas en la ciudad de Los Ángeles, California, utilizando en casi todos sus actos, comunes denominadores materiales y conductuales que lo encuadran en esta serialidad, como degollar, extraer los ojos de sus orbitas, disparar con armas de fuego, cumpliendo su perversa fantasía de disfrutar viendo el horror en el rostro de todas sus víctimas.
Por otro lado, Richard también disfrutaba secuestrar a niñas y niños para abandonarlos a cientos de kilómetros de su casa, sólo por el placer sádico de hacerlos sufrir. En algunos casos quedó demostrado, que el autonombrado “La Muerte Andante” los violentó sexualmente, pero a ninguno les privó de la vida.
En otros eventos nocturnales y después de allanar las viviendas donde sólo se encontraba una pareja de moradores, liquidaba a los varones y posteriormente violaba a las mujeres, perdonándoles la vida a la mayoría. Como parte de su sello personal, era que la mayoría de las veces no se retiraba del lugar sin antes comer y robar plácidamente, así como dibujar sus diabólicos pentagramas en cualquier sitio visible, en franca alegoría a su fuerte adhesión al satanismo. De ahí que una de sus características que lo distinguían era que siempre expedía un fuertísimo olor nauseabundo, muy seguramente en grotesca alusión a la muerte y a satán. Rick, era un tipo muy cuidadoso en no dejar ninguna huella dactilar, pero por otra parte, muy desordenado en su modus actuandi porque “Así lo gozaba más” ¡Según sus declaraciones!
La fiscalía de los Ángeles le comprobó 14 homicidios, acreditándosele también 5 intentos de asesinato, 9 violaciones (3 de ellas en contra de menores de edad), 2 secuestros, 4 actos de sodomía, 2 felaciones forzadas, 5 robos y 14 allanamientos de morada. Por esos delitos y de acuerdo al sistema de acumulación de sanciones de los Estados Unidos, en octubre de 1989 se le impusieron 19 penas de muerte por tanta atrocidad, hasta que finalmente falleció el siete de junio de 2013 de un problema hepático y en espera de ser ejecutado, en el llamado ‘Corredor de la Muerte’ de California. Así como estas feroces sociopatías, existen otras en el mundo -de los que México no se escapa-, como la de Alberto Manríquez, que por la brevedad del espacio nos ocuparemos más delante de ellas y que dan cuenta de esa contextualización denominada Delincuencia Poliserial.
Cada día y con la nociva influencia de esta fatalidad socio-cibernética envolvente, además de nuestros propios factores internos detonantes, se ha incrementado exponencialmente el nivel de monstruosidad, sadismo destructivo y perversión humana, la cual y sin duda alguna inicia dentro de casa; continúa en nuestro pequeño y primer círculo social, para luego consumarse de manera fiera e imparable dentro del resto del colectivo humano, corroborando así que los crímenes más atroces, siempre empiezan por una simple e irrespetuosa travesura, que fue permitida por quienes, a tiempo, tuvieron la obligación de ponerle freno y no lo hicieron.
Indudablemente ¡El etéreo paraíso de un escurridizo asesino, es el inmenso rompecabezas que ha de armar con inteligencia y sumo cuidado, el mejor investigador que se precie de serlo!