Sábado, 23 de noviembre del 2024

#Opinión El creciente síndrome de la policía viral

Por: Mtro. José Carlos Hdez. Aguilar, especialista en Investigación Criminal y Delincuencia Organizada

Con el mayor respeto para aquellas y aquellos elementos policiales, que hacen su mejor esfuerzo personal e institucional para brindar lo mejor de sí, colaborando en la instauración de un supremo estado de derecho, orden y protección ciudadana. Pero hay un hecho innegable de muy serias consecuencias que no podemos pasar desapercibido; del que casi nada se habla y que, por si fuera poco, cada día aumenta considerablemente: La vida policial ridiculizada o exhibida en las redes sociales, por sus mismos integrantes.

Por razón de nuestra labor investigativa, nos hemos percatado que desde hace aproximadamente once años a la fecha, se han incrementado exponencialmente hasta en un 130% las imágenes, memes o videos publicados en las diferentes redes sociales por algunos integrantes de las diversas corporaciones policiales o militares en México, denigrando con su irreflexiva actitud, la pulcritud y seriedad que ontológicamente conlleva tan delicada labor al servicio de la sociedad, en cualquiera de sus prismas de acción preventiva, investigadora, procesal, custodia penitenciaria y de aquellas tan gallardas funciones castrenses.

Reafirmando nuestra más grande admiración para la gran mayoría del personal administrativo u operativo, que con esmero cumple a carta cabal su cometido vocacional, es imposible dejar de reflexionar sobre la actitud de esas y esos pésimos elementos, que indiscriminadamente deciden subirse a las redes sociales (o subir a otros compañeros) en situaciones verdaderamente grotescas, corrientes o de pena ajena. Imágenes que explícitamente nos permiten verlas o verlos desnudos o semidesnudos; vulgarmente embrutecidos por el alcohol o bailando caricaturescamente ataviados con su uniforme, causando sólo descrédito, burla y lástima social. Videos subidos por ellas o ellos, en delicados operativos policiales y que por la consabida logística confidencial que los envuelve, destruyen la indispensable secrecía de estos; fotografías o grabaciones de los lugares donde se cometieron hechos delictivos; de terribles accidentes, necropsias o de capturas de criminales, sólo por el morbo burlesco de verlos en la web o por haber tenido la primicia de haber participado en alguno de esos eventos con motivo de sus funciones. Hay otras publicaciones haciendo franca alusión a sus marcados afectos por ciertos grupos delincuenciales y unas más, en fiestas o reuniones familiares ¡Ah, pero eso sí! muy armados y ‘encharolados’, o hasta facilitando sus armas de cargo a sus hijos o amistades para la jactada foto.

Hay otras imágenes, luciendo en uniforme táctico con sus mejores poses y ángulos sugerentemente eróticos o en selfies propias de una inmadura adolescencia, en espera de cientos de ‘likes’ de sus adeptos y que entre más sean estos, más alimentarán su desesperado ego personal y que dicho sea de paso, todos esos ‘graciosos actos’ son carne fresca de inocente cordero, para un crimen organizado que todo aprovecha y nada perdona.

A todo este desatinado desfogue individual o grupal en la web, lo hemos enmarcado muy seriamente como Síndrome de la Policía Viral, el cual se contextualiza como: Una sintomatología mental, que se presenta en algunas personas que prestan sus servicios en cualquier corporación policial o militar, derivada de un ego desbordado y caracterizada por un trastorno adictivo a las redes sociales, exhibiéndose en ellas en uniforme de trabajo o armadas; en situaciones ridiculizadas o comprometedoras; actitudes bélicas o dentro de sus funciones policiales, las cuales y por su naturaleza intrínseca, deberían ser de la más alta confidencialidad posible y poniendo en imprudente riesgo, no sólo su integridad, sino la del resto de la corporación a la que se pertenece y la de su propia familia.

Ahora bien, desde la perspectiva de la Netnografía Criminal (Que es la investigación objetiva y seria, sobre el comportamiento delincuencial generado en el mundo de la web, para determinar causas, consecuencias y soluciones a dicho fenómeno.), se entiende como ‘viral’, aquellas acciones que son propagadas por todas las redes sociales de una manera vertiginosa y las que pueden resultar muy estimulantes para quienes voluntaria o forzosamente las aceptan, en este caso, para quienes se desempeñan en alguna fuerza policial de cualquier nivel de gobierno. Pues esta viralidad toma increíble fuerza en la web, toda vez que arroja un plus emotivo de arrojada carga de diversión sobre la misma rutina de vida o de trabajo, porque al mismo tiempo que involucra a multitudes de todos los estratos sociales, actúa como un mecanismo universal de aceptación social; de autocomplacencia y una ficticia manera de pretender satisfacer una marcada necesidad de protección y de afecto carente, que se mantiene muy reservada dentro de sí y que en este caso, se materializa en hechos tácitamente prohibidos por razón de su desempeño. Pero que al unísono y al ser expuestos en las redes, coadyuvan en su obsesiva necesidad de atención y aceptación; de un reto anárquicamente simulado, así como de un muy satisfactorio aplauso virtual de los demás y que mejor oportunidad, que a través de las diferentes aplicaciones o redes sociales como Facebook, WhatsApp, Instagram, Tik Tok, etc., en donde no se tiene un contacto personalizado. Estos espacios de expresión, nos abren la puerta para emitir pensamientos, sentimientos y emociones que muy probablemente no se mostrarían, si estuviéramos frente a las personas a quienes se los queremos transmitir.

Son una especie de amortiguador mental, a posibles reacciones indeseadas o inesperadas de los demás; es la forma más fácil de proyectar una cierta imagen, a través de un postureo teatralizado en la web. Por eso sostenemos que, las redes sociales nos brindan la muy fácil, pero peligrosa y dual oportunidad, de que nuestra vida se convierta por arte de magia, en una marca conocida, pero eso sí ¡Sin registro alguno!
Estas redes interactivas y el falso Imperio del Like, inducen a quienes navegan en ellas, a actuar de manera sigilosa o abierta, para sentirse completamente aceptados y en donde por la ligereza en sus acciones, poco importa el peligro que puedan ocasionar para sus vidas; para su corporación o las de sus seres más queridos ¡La cosa es exhibirse o exhibir a otras, sintiendo el intenso reto y el premio placebo de aceptación social! La popularidad, el volátil orgullo, el fantasioso liderazgo y en suma, el ego desbocado, son los preciados trofeos de oro, que motivan para cometer estas irresponsables experiencias que, llegado el caso, pudieran ocasionar daños irreversibles.

Entonces ¿A ellas o ellos, les es lícito -o permitido en base a sus valores particulares- navegar o subir impresiones visuales al mundo de la web? ¡La evidente respuesta es que sí! Simplemente por ser este, un derecho humano universal de los llamados “Cuarta Generación”. Sólo que, en base a su más alto discernimiento profesional, tendrían que determinar sus propios límites en esas decisiones, en razón a la arriesgada y muy pública vocación que decidieron tomar. Por otra parte, es justo aclarar que no se debe satanizar todo lo que provenga del internet y de sus brazos comunicativos, siempre que estos sean utilizados con la mayor sensatez posible y más, cuando se trata de una supuesta experticia en temas de seguridad, como la de los mencionados servidores públicos.

Finalmente y para robustecer lo anterior, en una investigación de campo realizada en los últimos dos años sobre el tema, a través de entrevistas dicotómicas dirigidas a más de 1´300 policías de nuestro país, pudimos concluir que el 98% utiliza al menos una red social; que al 87% les gusta publicar memes, videos o fotografías personales o familiares, pero sin involucrar su función policial y que el 83% de ese universo encuestado, no está de acuerdo con aquellas prácticas de subir a la web las imprudentes situaciones ya referidas ¡Pues baste tan sólo ese 17% restante, para que por esa pequeñísima muestra, tristemente se denigre su función, que ya de por sí en nuestro país, se encuentra tan desgastada y lastimada por la imparable delincuencia estructurada, que también por obvias razones, hace uso de ese mundo cibernético!
Por todo esto, creemos que además de legislar al respecto, es apremiantemente imperativo, armonizar todos los reglamentos y protocolos en materia de axiología de la función policial, para evitar de inmediato y en la medida de lo posible, esas lamentables conductas que ponen en serio peligro a sus integrantes.

Definitivamente, nuestra vida en las redes, no es más que un burdo collage de lo que queremos que el mundo sepa; pero también una paradoja de lo que profundamente ocultamos y de la muy fuerte atención que necesitamos.

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