#Opinión El muy revelador caso del Instituto para Robarle al Pueblo lo Robado
Por: Froilán Meza Rivera
Como dice la archiconocida y choteada, pero muy atinada expresión, “se trata sólo de la punta del iceberg”. Sabido es que los témpanos de hielo que flotan en los océanos en las inmediaciones de los círculos polares, mantienen la mayor parte de su masa sumergida en el agua, y que sólo es posible ver -desde la superficie- una pequeña porción del hielo que sobresale. En el caso que trataremos, entonces, ¿cuál es la punta del iceberg? Pero más importante, ¿cómo es el resto del masivo témpano, y qué es lo que se esconde bajo el mar de la mentira y la simulación? Vamos ahora, pues, como dicen que dijo el descuartizador: por partes.
El tema es la corrupción en el gobierno, que oficialmente no existe, porque ya desapareció supuestamente, por decreto del dictador, pero… hay puntas, hay puntas sueltas que, si las juntas, te dan idea del iceberg que se pretende esconder con pura verborrea y con prensa comprada -o vendida, que para el caso es lo mismo, y que también existe, claro que existe-.
Hay un primer caso reciente que, por su obviedad y rotundidad, ayuda a revelar lo que hay debajo. Empecemos por éste, que el orden de los factores no afecta el sentido de la denuncia.
Primero. En mayo de 2019, el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció la creación de un Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado (INDEP, en serio, ese nombre le pusieron) que tendría como fin poner a la venta objetos decomisados tanto a criminales como a servidores públicos que incurrieron en corruptelas. Ellos organizan subastas de los objetos y deben entregar el monto obtenido para obras sociales. Pero las denuncias de robo, y el saqueo de joyas, autos, los contratos “a modo” y la corrupción en su interior, terminaron por colmarle la paciencia al director del INDEP, institución que era un emblema para la administración de López Obrador a la vista de su pretendido y muy manoseado “combate a la corrupción”.
Resultó que este órgano terminó siendo presa del saqueo de sus propios operadores, del desfalco por malas gestiones y de contratos amañados que amenazan con llevarlo a la quiebra. El rosario de anomalías fue destapado, ni más ni menos que por su propio director, Jaime Cárdenas, en una reveladora carta de renuncia que le explotó en la cara a Andrés Manuel López Obrador. “Encontramos… probables irregularidades administrativas: procedimientos de valuación que no garantizan los principios (de mayor beneficio para el estado), mutilación de joyas, contratos favorables a empresas y no al INDEP, y conductas de servidores públicos contrarias a las normas”. Más: “Por la manipulación de joyería, hemos presentado denuncias ante la Fiscalía General de la República”. ¿Y no que muy incorruptibles? Jaime Cárdenas salió corriendo, asqueado de la corrupción de la 4T, rampante corrupción que, contrario a lo que predica el “mesías”, todavía se encuentra vivita y coleando. Igual que en los gobiernos anteriores; incluso peor, porque se da en medio una engañosa prédica puritana.
Segundo. ¡El Lamborghini de Santiago Nieto! En Twitter y Facebook circuló la foto de un vehículo de la lujosa marca italiana que presuntamente fue sustraído del Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado por una supuesta orden del titular de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) de la Secretaría de Hacienda, Santiago Nieto Castillo, quien habría dejado a cambio, sólo una orden de salida. Y aunque este robo fue “desmentido” oficialmente, la duda razonable quedó sembrada, sobre todo por el entorno de corrupción en el organismo de las subastas de objetos mal habidos.
Tercero. Seguimos con el verdugo y cancerbero de la 4T. Y es que hay otro ingrediente en escena, que es la labor que desempeña Nieto Castillo como ejecutor de una parte del trabajo sucio de la “cuarta transformación”. Destructor de honras a destajo, este funcionario calumnia por consigna, impone sanciones a supuestos responsables de supuesto delitos, ordena congelar cuentas bancarias a los enemigos de su patrón: a críticos de las políticas del gobierno de López Obrador, a periodistas y medios informativos a los que no pueden doblegar; lo hizo también con los Antorchistas, a quienes el presidente nunca les pudo probar (porque era una calumnia deliberada) la terrible acusación de que era una “organización “intermediaria” que administraba (‘ya se va a terminar este asunto’, dijo) las ayudas a jóvenes, adultos mayores o Prospera o de programas similares. Antorcha jamás ha manejado ni ha sido vehículo ni canal, de ese tipo de prácticas; y como repetía la acusación a todas partes a donde iba en el país, lo tuvimos que callar a grito pelado con gente presente en sus mítines, y en boletines periodísticos y con artículos donde argumentábamos este punto de vista. Ahora Nieto Castillo nos congeló cuentas y nos acusó en público de los peores delitos financieros, igualmente sin probar nada y atropellando las fases de un debido proceso. A los agricultores de Chihuahua, al alcalde de Delicias, al presidente de los usuarios del agua de riego, y al Municipio de Delicias, también les congeló 44 cuentas, en venganza porque se oponen a la orden “superior” de López Obrador de pagar la deuda de agua con Estados Unidos a costa de vaciar las presas de este estado y de hacer peligrar el siguiente ciclo agrícola.
El verdugo no tiene ningún escrúpulo en lanzar públicamente acusaciones que, en estricto sentido jurídico, no están probadas (aquí hay un primer delito, que es dar a la publicidad nombres, situaciones y detalles que las autoridades tienen prohibido dar a conocer fuera de los ámbitos de un juzgado); “huachicoleros de agua”, les llama a los productores de Chihuahua el presidente López; y Santiago Nieto los acusa de hacer “movimientos irregulares en el sistema financiero nacional”. A sus víctimas, cuando denuncian que comete abuso del poder, alega, tratando de justificarse: “No tengo la culpa de que sean corruptos”. (Otro delito.) ¡Ya los juzgó el señor! ¡Ya los encontró culpables y ya los sentenció y les aplicó sanciones! Todo en un paquete. Cualquier abogado de medio pelo ya hubiera encontrado en sus acciones una decena de delitos graves, dignos de que Santiago Nieto estuviera ya mínimamente preso y sujeto a proceso penal. Ni más ni menos. Más corrupción.
En el iceberg hay, pues, robos, malversación, calumnias, faltas al debido proceso, abuso de poder, violación del principio de legalidad, violación a la presunción de inocencia y, entre otras varias acciones que configuran hechos delictuosos, peculado también. Vil corrupción, pues, en el fondo del témpano.
Urge la acción concertada de una gran unión de fuerzas políticas y de ciudadanos que permita sacar del poder a esta caterva de maleantes que están secuestrando y apoderándose de todos los organismos de la democracia, desde el poder legislativo, ahora el judicial y, según se ve, ya tienen copado y sumamente influido al órgano ciudadanizado electoral, y que están avanzando en darle forma a una dictadura con la expedición de leyes y, por si fuera poco, con el horror de que en las “mañaneras” ya se normalizó la práctica de mentir, de calumniar, de poner apodos a todo aquél que no sea del agrado del señor, un show de payasos, patiños y malabares sin parangón en el mundo. Una dictadura en ciernes, y una vergüenza mundial. Sólo con el voto mayoritario, igual o mayor al que les permitió llegar a donde están, es como pueden salir. El pueblo tiene que ser decisivo en 2021.