Sábado, 23 de noviembre del 2024

#Opinión La inevitable violencia postelectoral

Por: Mtro. José Carlos Hdez. Aguilar, especialista en Investigación Criminal y Delincuencia Organizada.

El pasado domingo 6 de junio, se cerró un capítulo histórico en materia electoral en nuestra nación. Y lo fue, no sólo por la cantidad de cargos que fueron votados mediante elección directa (alrededor de 19´915 puestos políticos), sino por haber sido la jornada intermedia más copiosa del siglo, con más del 52% del total del padrón del INE que acudieron a las urnas, según las propias palabras del Dr. Lorenzo Córdova, presidente de este instituto autónomo. Pero lamentablemente, tampoco podemos dejar de mencionar que fue una de las campañas más violentas del México moderno, con más de 91 homicidios de personas políticas. De acuerdo a la reconocida consultora Etellekt, de esta cifra 36 eran aspirantes o candidatos y de éstos últimos 31 eran del ámbito municipal y 90% eran opositores a los presidentes municipales del lugar en donde vivían. Además de estos homicidios, perdieron la vida 11 colaboradores de campaña y más de 35 familiares de políticos. Todo lo anterior, sin agregar otro tipo de delitos como amenazas, lesiones, daños, extorsiones, desapariciones forzadas, secuestros, etc.

Como podemos darnos cuenta con estos escalofriantes datos, la delincuencia organizada en su sed de venganza controladora, sigue lacerando sin piedad a la política mexicana para ejercer su libertino e ilícito poderío; casi ordenando quien debe ser electo y quien no, en aquellos estratégicos puestos públicos. Incluso no es un secreto decir que, en muchas zonas del país, el crimen es el elector directo de las y los nuevos servidores públicos, principalmente los de carácter municipal. Pero por otra parte, también es de reconocerse que justo el día en el que el pueblo se congregó a ejercer su derecho al voto, no se tuvieron reportes alarmantes de la intromisión de los Cárteles o del resto del crimen estructural en esta convocatoria nacional ¿Cuestión de prudencia criminal; esperando los tiempos de contraataque o cooptación de voluntades? Sólo el tiempo en su justa medida, lo dirá.

Recapitulando una de nuestras respetuosas reflexiones hechas en este mismo medio de comunicación, sostuvimos que cuando el sistema político permite a esos criminales avanzar desmesuradamente en sus acciones destructoras, este cada vez sirve menos al pueblo, convirtiéndolo consecuentemente en un estado totalmente malogrado. Y pues con esa numeralia citada, una vez más reafirmamos que México se ha convertido en un estado fallido en sus sistemas de control social, quedando muy lejos de aspirar o ser una democracia real y perfecta, por ser un pueblo ‘hipócritamente respetuoso’ de sus leyes, por esa perversa y dañina doble moral con la que viven sus habitantes.

Nos hemos transfigurado en un pueblo temeroso, triste, mudo y sin vida, dejando de lado nuestra alegría, nuestras bellas tradiciones y costumbres pacifistas, acostumbrándonos a ese morboso y terrible olor a sangre y pólvora; contagiándonos del -ya muy común y polarizado-, odio entre hermanos de una misma nación. No hablamos ni denunciamos, por temor a que nos alcance la violencia o por la trivial resignación de que esta será imparable. Con todo esto y sin prognosis sombrías (pronósticos fatídicos), no es descabellado afirmar que la violencia extrema contra estos grupos de poder público, seguirá siendo noticia de rutina en los días venideros. Por lo pronto, el grupo criminal “Jalisco Nueva Generación”, así lo hizo público en varias redes sociales. De igual manera hicieron lo propio, el Cártel del Noroeste y el de Santa Rosa de Lima.

Amigos y amigas. Ahora, es cuando menos le conviene al estado un pueblo desunido; una sociedad polarizada por turbias ideologías radicales que en nada abonan a la construcción de un México moderno ¡Es la hora de sanar heridas, rencillas y hasta odios recalcitrantes entre todas y todos nosotros, para así, difuminar nuestros problemas sociales y avanzar en la edificación de una perfecta democracia! Permitir la polarización política tan extrema en un país como el nuestro; es dejar la puerta completamente abierta y sin cerrojo, para que sin recato nos allane una sarcástica y demoledora criminalidad, ¡Y que muchas veces, ya se encuentra dirigiendo nuestra casa!

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