Sábado, 23 de noviembre del 2024

#Opinión La pandemia y sus efectos económico-delincuenciales

Por: Mtro. José Carlos Hdez. Aguilar, Especialista en Investigación Criminal y Delincuencia Organizada

Sin duda alguna, la llegada y permanencia del Covid-19 ha transformado, sin excepción, toda la economía mundial, afectando gravemente la producción y distribución de bienes y servicios e impactando finalmente, en el mercado financiero. ¡Por lo que ahora, su éxito o fracaso dependen del comportamiento positivo o negativo de la población ante aquel fenómeno de salubridad pública! En ese contexto de gravedad nacional, México reporta al día de hoy más de 1´711.283 contagios y más de 146´174 muertes oficialmente confirmadas (siendo ayer, el día más letal para el país desde que inició la pandemia). Con estas cifras, ocupamos el nada honroso 4º lugar del orbe con más decesos, sólo superados por EU, Brasil e India.

Por otra parte, debemos saber que de acuerdo a los nueve indicadores que emite el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), el 41.9% de nuestra población viven en algún inconcebible nivel de pobreza. Esto es, alrededor de 52.4 millones de personas. De igual forma, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), estableció que el 67% de la población será pobre tras la crisis pandémica. En junio pasado, la Secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Alicia Bárcena, declaró que “Los efectos negativos de la pandemia, generarán la recesión más grande que ha sufrido la región: -5.3%”. Como podemos observar, estos son vaticinios económicos muy bien cimentados por personas científicas en la materia.

Por lo tanto y ante ese grisáceo panorama, el riesgo social en todas sus vertientes, se verá agravado por esta asfixiante situación, porque seguramente habrá no sólo un estancamiento económico, sino una severa recesión de más de diez años, que traerá como consecuencia conductas antisociales de gran magnitud.

En ese sentido, no olvidemos que en nuestro país existen muchísimos grupos vulnerables como las comunidades indígenas, migrantes, personas en extrema pobreza, otras con enfermedades psico sociales, sin escapar las personas con discapacidad y un grupo muy numeroso de miles de personas en situación de calle. Este contexto causal -que no es poca cosa-, traerá aparejada diversas actividades delincuenciales desde las de menor escala, hasta el enrolamiento en las organizaciones criminales. Por ello, no es un secreto que la intolerancia a la frustración social, se verá reflejada en un vertiginoso aumento en las diferentes modalidades de violencia intrafamiliar (como ya está sucediendo en cada entidad federativa); feminicidios, suicidios, filicidios, robos con o sin violencia; secuestros, cobros de piso, fraudes cibernéticos, actividades del narcotráfico, etcétera.

El estudio de la criminalidad nos ha enseñado a no presagiar de forma instintiva, sino prospectar objetivamente en base a incidencias, patrones de comportamiento, estadísticas, investigaciones de campo, exploraciones documentales. En fin, todo un complejo método científico y técnico para vislumbrar de manera correcta las causas, efectos y soluciones al problema antisocial.

Con ello, se puede inferir que el grave problema de salud pública ya está presentando cambios torales no sólo en materia económica, sino de Seguridad Pública y hasta de Seguridad Nacional. No se trata de fatalizar mediáticamente las consecuencias del SARS-coV-2, sino brindar respuestas lógicas y ciertas para un mejor proveer. Por lo que desde nuestra torre de observación podemos asegurar que la trepidación que produjo esta enfermedad colectiva, se ha vuelto por desgracia en una inmejorable oportunidad, para que cada grupo criminal afiance mucho más sus vínculos entre sí, toda vez que dicho fenómeno es un ciclo donde las diversas emociones y el desconcierto predominan a ‘flor de piel’.

Aunque pareciera contradictorio, por la naturaleza etiológica de sus conductas antisociales, la mayoría de las personas delincuentes son altamente sensoriales o sensitivas y más, en grupos tan herméticos donde debe predominar la lealtad, aun a costa de la propia vida. Una vez apagada la semaforización roja y naranja decretada en México, como consecuencia lógica de la falta de liquidez financiera en millones de hogares, es previsible un marcado incremento en los delitos patrimoniales, como el robo en sus distintas modalidades; fraudes comunes y electrónicos, operaciones con recursos de procedencia ilícita, etc. Otros como el secuestro en la gama de sus particularidades penales, las operaciones con recursos de procedencia ilícita, trata de personas, en materia fiscal, etc., también formarán parte de escalada.

Las gestiones del crimen organizado tendrán un significativo aumento exponencial, ya que en esta época de aislamiento, se encuentran cerrados la mayoría de los puentes de distribución, comercialización; flujo y blanqueo de capital de los mercados ilícitos, para restablecerlos de inmediato a través de los ambiciosos cotos de poder en las esferas gubernamentales, de los homicidios de alto impacto; de las extorsiones y quema de negocios por el ‘derecho de piso’; de la impunidad derivada de leyes absurdas; de la justicia equívoca y finalmente, por medio de los tristes vacíos de poder.

Los negocios turbios de la delincuencia, funcionan eficazmente a través del capitalismo, pero en éste prolongado periodo de ahorro extremo y pobreza ciudadana, esas transacciones necesitan desplegar estrategias de adaptación a la nueva ‘normalidad’ o bien, con alternativas vanguardistas para la rápida colocación de su materia prima: la droga.

Finalmente, cada quien desde su trinchera deberíamos reconocer que efectivamente ¡No somos ‘culpables’ de los males sociales, pero sí somos ‘responsables’ de ellos!

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